30/9/11

CARTA DE UNA PERSONA A OTRA PERSONA



CARTA DE UNA PERSONA A OTRA PERSONA

Por Manuel González P


No importa cómo me llamo; simplemente soy una persona. Sí importa desde donde escribo -desde el cansancio, el hastío, la rabia-, y para quien lo hago: para otras personas.
Si las pudiera describir, diría que les hablo a aquellas con las que me topo a diario en la calle: las que tienen el ceño fruncido y la sonrisa extraviada.
Soy la imagen distorsionada que crearon esos que se enquistaron en el poder desde hace muchísimo tiempo. Soy uno que no se come la falacia de los medios de "comunicación" que en realidad son medios de acondicionamiento de masas y que trabajan en función de ese mismo poder que construyeron maliciosamente. Soy el que alega por todo, el que cree que haciendo mejor su trabajo incidirá en mejores alumnos y a su vez en mejor sociedad, el utópico que considera que la esperanza es el sueño del hombre despierto; otros quizás sean desadaptados pero objetivos y pacíficos, pero al fin y al cabo ellos, tú, yo queremos una mejor sociedad y otro México el cuál sí es posible. Ser positivo y a la vez realistas, ¿acaso los dogmas del mundo no han enseñado a luchar por una realidad mejor? ¿acaso no los grandes ejemplos de espiritualidad y rectitud en la religión o dogma, cualquiera que ésta sea, no se inconformaron con las injusticias de entonces que son las mismas de ahora? y al cabo todos terminamos siendo antisistemas, conocedores de la naturaleza humana y sabedores de que la perfección más sublime y bella es aquella imperfección que pone de manifiesto los sentimientos y acciones más proactivos del ser humano.

Pero en realidad soy aquello que no pueden ni quieren legitimar. La cosecha natural e inevitable de un sistema social y económico que ha demostrado su incompatibilidad y brutalidad frente al bienestar de las personas y el medio ambiente en el que éstas viven.

Como tú, también estudio, también trabajo. Y como tú tengo también sueño con otro México posible. ¿Cómo hicieron para hacernos creer lo contrario? ¿Cuándo fue que me convertiste en tu enemigo? ¿En qué momento se te cayeron los brazos? ¿Cuándo fue que giraste la mirada hacia mí para atacarme e insultarme cuando pasé corriendo al lado tuyo buscando un lugar donde esconderme? ¿Qué sentiste cuándo te dejaste vencer por los que secuestraron tu alegría?...

Soy tu vecino, el que se sube a la micro contigo, el que compra en tu almacén, tu hermano, soy con el que compartiste la fogata en el terremoto de antaño, fui tu compañero de colegio, soy tu hijo, el que se sentó al lado tuyo en el bar, en el metro, en el cine, en el concierto, soy el que te contestó el teléfono, el que te devolvió el billete perdido, con el que bailaste, el que te regaló un cigarro, al que le preguntaste una dirección, con el que te chocaste de hombros en el paradero, soy el de la bicicleta, el del auto, el de la patineta, soy el que subió a Internet la información que bajaste, con el que te abrazaste para año nuevo, el que gritó gol en tu oído, al que le preguntaste la hora. Soy todo eso y muchas situaciones cotidianas más.

Pero –definitivamente- no soy el que te tiene jodido y con el ceño fruncido.

Por eso compartimos mucho más de lo que crees y te lo puedo probar. Ni tú ni yo saqueamos al Estado. Yo no te subí mes a mes el costo de la gasolina, ni tú triplicaste el precio cuando quise viajar en Semana Santa. Yo no hice más cárceles para gente pobre ni tú construiste un resort para aquellos que matan mexicanos en un guerra estúpida. Ni tú le robaste al Estado cuando trabajaste en él ni yo me aseguré el futuro gracias a eso. Yo no fui un cura abusador de niños ni tú un obispo protector de ellos. Ni tú estás arrasando con la fauna marina ni yo con los bosques. Ni yo estoy libre de impuestos como empresario oligarca ni tú se los cargas a los mexicanos. Ninguno de los dos se puso de acuerdo para subir los costos de los medicamentos. Yo no congelé la vida de tanta niña y mujer esclavizada en la prostitución al amparo de la “justicia”, ni tú quemaste a los bebés en la guarderia. Yo no te prohíbo tomar la píldora del día después y nosotros no compramos acciones con información privilegiada. Ni tú le vendiste las riquezas naturales de tu país a empresarios extranjeros ni yo las compré para ganar dinero con su destrucción. Yo no te prohíbo caminar por donde tú quieras ni tú usas metralla para impedírmelo. Ni yo te cobro intereses usureros ni tú me persigues por no poder pagarlos. Yo no te encarcelé por ser honesto como la mujer que denunció la podredumbre en la cfe. Ni yo te pido tu vuelto para después donarlo a mi nombre y disminuir mis impuestos ni tú me obligas a pagar un seguro cuando necesito crédito para comprar. Ni tú ni yo tenemos un medio de comunicación que le miente a la gente. Ni tú ni yo tenemos canales de televisión que estigmatizan a los más pobres, pero encubren a criminales de cuello y corbata. Ni yo te pago una miseria ni tú lucras con mi educación. Ni yo te prometo tiempos mejores en las elecciones ni tú ocupas tu cargo para favorecer a tus amigos. Yo no me enriquezco estando en el poder y tú no distribuyes injustamente los ingresos de todos. Yo no asesino por la espalda a inocentes y tú no acribillas a los trabajadores que protestan por mejores sueldos. Ni tu ambición ni la mía es tanta como para querer destruir la esperanza de nuestros hijos y nietos.

Ellos, los que están en el gobierno, los que legislan para sus propios intereses, los dueños de los medios de comunicación. Los grupos económicos que instalan represas, talan árboles y extinguen peces. Los que dictan las reglas morales. Los que lucran con la educación. Los de apellido famoso y conocido, los oligarcas, están dispuestos a sacarte los ojos por el poder.

Ellos nos quieren divididos, y tienen el privilegio de contar con la complicidad de muchas personas comunes y corrientes con las que –increíblemente- abusan a diario. Ellos son como el escorpión que cruza el río en el lomo de la rana, pero una vez en tierra no puede evitar picarla mortalmente. Es su naturaleza. Sacúdete y libérate de ellos. Nosotros tenemos algo en común, nos reconocemos en la calle. ¡Veámonos ahí!…

Atentamente,
otra persona

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