29/8/09

BOMBA DE TIEMPO


Por Miguel Angel Granados Chapa

Diario Reforma

Dentro de las variables económicas que se han conocido en las últimas semanas, por demás catastróficas como la caída del PIB en casi 11 por ciento, el desplome en la actividad industrial, el boquete en las finanzas públicas o cualquier otro de los conocidos, tal vez lo que mejor define el alcance de la debacle y sus efectos en millones de personas en este país sea el índice de desempleo, dado a conocer esta semana, y los indicadores de pobreza. Nos acercan más al alcance y profundidad del abismo en el que México ha caído. Nos colocan en perspectiva sobre el alarmante riesgo en el terreno de lo social.

El INEGI dio a conocer, hace poco, la encuesta bianual que nos revela que México es un país que tiene hoy mayor pobreza y desigualdad. Fueron medidos ahí los dos primeros años de este gobierno, es decir, sin contar la crisis por la que atravesamos. Cuando se mida éste y el próximo año, ya podremos imaginar lo que vendrá. Expertos en América Latina han dicho que la crisis es de tal magnitud que en muy poco tiempo se terminarán por perder los avances logrados, por lo menos en la última década, en el combate a la pobreza. Un verdadero desastre.

El miércoles, el INEGI anunció que el número de desempleados en julio alcanzó niveles sólo comparables a lo ocurrido tras la catástrofe económica de 1994. La tasa de desocupación llegó a un 6.12 por ciento de la Población Económicamente Activa, que equivale a 2 millones 846 mil personas sin empleo. La Secretaría del Trabajo relativizó la gravedad del dato, al decir que ésta no es la tasa de desempleo más alta en la historia, sino la del segundo trimestre de 1995 cuando se llegó a un 6.86 por ciento. Dejemos, pues, en que es la segunda tasa más alta de desempleo en la historia. El problema es que esto apenas empieza. Al mercado laboral le falta vivir los peores momentos de la crisis. En un plazo más bien corto se verán tasas de desempleo más altas y, como saben los expertos, será una de las últimas variables en recuperarse. La Secretaría del Trabajo dice, también, que la tasa del 6.12 “no se debe a una pérdida de empleos, sino a que -además del contexto de crisis internacional de magnitud histórica en la que estamos inmersos- siempre en los meses de julio y agosto se registra presión adicional al mercado laboral de los estudiantes en periodo vacacional”. Más allá de los matices, lo que hoy tenemos es desempleo, subocupación y mayor informalidad como la marca más grave de esta etapa crítica en el mercado laboral que, por demás, no tendrá válvulas de escape suficientes como la migración o, incluso, el autoempleo. Los efectos son múltiples. Los caminos a la criminalidad y a más descomposición están francos. México vive hoy rangos de explosividad que no pueden soslayarse. Casi una cuarta parte de la población tiene entre 15 y 29 años de edad. El país transita por lo que se conoce como “bono demográfico”, es decir, un periodo largo de tiempo en el que se cuenta con una población económicamente dependiente menor a la población que se encuentra en edad productiva. Una oportunidad única en donde la población en edad de trabajar es más grande que la población inactiva y en donde, si existe crecimiento suficiente y generación de empleo de calidad -cosa que hoy no tiene México-, ese país puede aprovechar a su capital humano para detonar un verdadero desarrollo de largo plazo que incluye excedentes y ahorros, y mejorías sustantivas en calidad de vida y erradicación de la pobreza. La demografía está de nuestro lado. Todo lo demás no. México se perfila hacia el desperdicio de esta oportunidad histórica. Sin crecimiento. Sin empleos suficientes. Con miles de brazos y mentes jóvenes que no encuentran ocupación. Sin salidas alternas. Con el riesgo enorme de convertir la oportunidad en pesadilla. Según Conapo tendrían que generarse anualmente unos 730 mil trabajos de calidad, permanentes y bien remunerados. La realidad va en sentido contrario. Urge un golpe de timón para colocar al empleo, la educación y los jóvenes en el centro del debate y de las decisiones. De lo contrario nos espera un país envejecido. Empobrecido. Con más jóvenes en la delincuencia. Adultos desesperados. En suma, una bomba de tiempo.

4/8/09

RUMBO AL FASCISMO


¿CÉDULA DE IDENTIDAD? NO!!!!!! POR FAVOR

Álvaro Cueva

02-agosto-2009



Qué tiene Felipe Calderón en la cabeza? ¿Quiere pasar a la historia como el Presidente más impopular de todos los tiempos? ¿Está recibiendo órdenes de alguna entidad siniestra que lo obliga a cometer errores?

¿Está desesperado por impedir que otro partido llegue a Los Pinos en 2012? ¿No tiene en qué tirar el dinero? ¿Le urge terminar de aterrorizar a la población?

Su anuncio de que va a haber una cédula de identidad para todos los mexicanos es una de las cosas más monstruosas que se le pudo haber ocurrido.

Y, peor, porque se supone que este maravilloso instrumento se va a sacar por nuestra seguridad.
Explíqueme usted si esa bendita tarjeta va a impedir que en este momento entre un comando a su casa y lo secuestre con lujo de violencia.

Si ese documento va a evitar que lo agarren a balazos en la calle, si esa credencial lo va a defender de un asalto o si ese papel lo va a ayudar a sentirse mejor cuando lo estén golpeando, cuando lo estén violando o cuando le estén arrancando una parte del cuerpo.

No, por favor. Dígame que esto no es cierto, que esto no está pasando, que todo fue un mal sueño, que don Felipe se equivocó de discurso cuando hizo este anuncio.

Las cédulas de identidad sólo son propias de los gobiernos totalitarios, de los regímenes que quieren tener perpetuamente vigilada a la población para evitar que los desobedezcan.

Y no, no sirven para proteger, sirven para evidenciar la inseguridad de los gobernantes que saben que están haciendo tan mal su trabajo que temen que en cualquier momento aparezcan grupos que los derroquen.

Es horrible por donde quiera que se le analice, algo que definitivamente no queremos ni necesitamos en México.

No, y espérese, no estamos hablando de una cédula de identidad como las de los dictadores, estamos hablando de un papel peor porque, para obtenerlo, hay que dejar grabadas la voz, el iris y todas las huellas digitales.

¿Usted estaría de acuerdo en regalarle su voz a nuestras autoridades? ¿Para qué? ¿Para que se endulcen la oreja mientras esperan sus bonos sexenales? ¿Para que la manipulen y luego aparezcan grabaciones que lo comprometan en algo que usted ni siquiera imaginó?

¿Quién le garantiza a usted que los mecanismos tecnológicos a través de los cuales se obtengan esas grabaciones son perfectos y que jamás se van a cometer errores si hasta los bancos se equivocan a la hora de cobrar los intereses de sus créditos?

¡Y luego las huellas! ¿Usted le va a depositar sus huellas al gobierno? ¿Para qué? ¿Para que cualquier burócrata se meta a su cuenta bancaria, investigue y retire lo que quiera?

Si las bases de datos más insólitas de México se han comercializado en el mercado negro, ¿quién le garantiza a usted que no va a pasar lo mismo con nuestras huellas digitales?

¿Quién da más por las huellas de Carlos Slim? ¿Cuánto quiere por las huellas de Elba Esther Gordillo, las de Enrique Peña Nieto o las del mismo Felipe Calderón? ¡Que rolen las copias!

¿Sí se da cuenta de la gravedad de esto? Es una violación clarísima a nuestra privacidad, a nuestra identidad, a nuestros movimientos y a nuestras libertades.

Es espionaje, es tenernos vigilados de por vida, es como si usted o yo, nada más por ser mexicanos, fuéramos culpables de algo terrible.

Es tratarnos como no nos merecemos, algo que se tiene que discutir aunque suene más conmovedor ver a Nelson Vargas de gira artística por todos lados.
¿Hay alguien en este país que crea, sinceramente, que con la expedición de estas credenciales desaparecerá el crimen organizado?

¿Existe una persona que íntimamente justifique el gasto que todo este movimiento va a representar justo ahora que tenemos tantas necesidades?

¿Usted está de acuerdo? ¿Alguien le pidió su opinión? ¿Alguna institución puso a votación esta decisión tan delicada?

¿A usted no se le hace el colmo de la tramitología considerando que en este país tenemos que sacar acta de nacimiento, registro federal de causantes, clave única de registro de población, credencial para votar con fotografía, licencia para conducir, pasaporte, cédula profesional, firma electrónica ante Hacienda y un montón de documentos más para demostrar, a cada rato, que somos quienes somos?

¿Qué tiene Felipe Calderón en la cabeza? ¿Por qué está haciendo estas cosas? ¡Por qué!
¡Atrévase a opinar!