15/11/15

NO BUSQUEN A LOS CULPABLES EN ORIENTE


Por Liliya Khusainova

Los atentados brutales de París que se cobraron la vida de más de 120 personas este 13 de noviembre causan mucho dolor, pero también muchas preguntas y la primera desde luego es quién tiene la culpa. No hay que ser un genio para responder a esa cuestión: EE.UU. ¿Cuál es el principio de todos los principios? Como economista puedo contestar que es una base financiera. EE.UU. y sus amigos eternos de la llamada 'coalición antiterrorista' realizan una pseudo lucha contra el Estado Islámico desde hace más de un año sin resultados. Su "compromiso" de erradicar el mal se transforma irónicamente en la consolidación del Estado Islámico: captura de nuevos territorios ricos en reservas, en el establecimiento de esquemas de ventas de petróleo, en la creación de su propio sistema financiero, en la introducción de su propia moneda hasta la instauración de su Banco Central, en otras palabras recursos necesarios para realizar ataques atroces como los que sembraron el pánico en París. EE.UU. allana el camino EE.UU. no combate el terrorismo, sino hace todo para que prospere y abarque más y más territorios. 

Y lo implementa mostrando las maravillas del ingenio: el uso selectivo de las organizaciones terroristas para conseguir sus objetivos políticos y el Estado Islámico no es una excepción. Al "noble" Estado que "se preocupa" por el destino de todos los países le da igual que sufran personas inocentes, que se destruyen sus vidas, lo más importante es cumplir sus caprichos y alcanzar los objetivos económicos latentes: derrocar al presidente Bashar al Assad y decidir qué hacer con el país y sus enormes recursos. Además, las armas que envía EE.UU. a la llamada 'oposición siria moderada' terminan en manos de los terroristas del Estado Islámico. Les arrojan armas y municiones desde el aire. En octubre pasado EE.UU. lanzó 50 toneladas de municiones a la oposición siria, sin hablar de cientos de vehículos de la marca japonesa Toyota que están en manos de los milicianos del Estado Islámico. El Departamento de Estado de EE.UU. y el Gobierno británico suministraron esos autos al Ejército Libre Sirio —que lucha contra el gobierno de Bashar Al Assad— y luego pasaron a manos del grupo Estado Islámico. La inconsistencia de EE.UU. en su "lucha" contra el terrorismo se observa en varios niveles. Así por ejemplo en su rueda de prensa en Viena con el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, tras los ataques de París, dice que el país continuará combatiendo contra el Estado Islámico, el Frente Al Nusra y otros grupos terroristas. Pero al mismo tiempo no olvida de sus "intereses": acusó al presidente de Siria, Bashar al Assad, de comprar el petróleo del Estado Islámico. Esta selectividad al estilo estadounidense no hace buenas obras y los ataques terroristas de París lo demuestran "en todo su esplendor". 

Por El Diario.ES
 ¿Es el terrorismo yihadista el más peligroso?Sí, para los musulmanes. Hace unos días, ISIS asesinó a 37 civiles en Beirut en una zona habitada en su mayoría por chiíes. En nuestros países, nadie puso en circulación hashtagso campañas de homenaje. Incluso muchos medios titularon que el atentado se había producido en una “zona controlada por Hizbolá”. No se hacen hashtags por Hizbolá. En las guerras de Irak y Siria decenas o centenares de miles de musulmanes han muerto en esas guerras civiles cuyo punto de arranque fue la invasión norteamericana de Irak. No lo olvidemos. El derrocamiento de Sadam Hussein tenía como objetivo no ya acabar con una dictadura, sino rediseñar las fronteras políticas de Oriente Medio e iniciar una nueva era. “Seremos recibidos como libertadores”, dijo Cheney en marzo de 2003. Fue uno de los grandes errores históricos de siempre, a la altura de la invasión soviética de Afganistán o la decisión de Hitler de lanzarse sobre la URSS. Reforzó a Irán al llevar a sus aliados al poder en Bagdad y alentó una paranoia creciente en los regímenes suníes sobre el creciente poder de los chiíes. La campaña de bombardeos saudíes en Yemen debe mucho, casi todo, a esa confrontación que se repite con distintas formas en varios puntos de Oriente Medio y ha creado suficientes monstruos como para que nos atormenten durante años. Siempre estamos a tiempo de crear más. ¿Es ISIS, como antes Al Qaeda, un amenaza real e inminente para los habitantes de Europa y EEUU? La horrible carnicería de París nos lleva a pensar que el terror tiene en este planeta la forma de un joven musulmán fanático que hará lo que sea para matar a un europeo o norteamericano.


¿Nos enfrentamos a una guerra que hay que afrontar como tal y sin contemplaciones? Ese es el punto de vista de los halcones y de los que piensan que no hay problema estratégico que no se pueda solucionar matando gente. Son los que creen que cada año nos enfrentamos al dilema de Neville Chamberlain y que ignoramos que siempre hay que luchar contra el mal absoluto con las armas en la mano. Desde 2001, los países occidentales han invadido Afganistán e Irak. Han lanzando sus drones sobre Pakistán, Yemen y Somalia en una campaña permanente que nunca tendrá fin. Han impuesto en Libia una zona de exclusión aérea que propició el derrocamiento de Gadafi. Han tolerado la invasión saudí de Yemen. Han reconstruido ejércitos como el iraquí que se han revelado como una banda mediocre y corrompida. Han anunciado que el régimen sirio debía desaparecer, ayudado a algunos grupos insurgentes y tolerado que saudíes y turcos armen a los más peligrosos de los enemigos de Asad. Han lanzado una campaña de bombardeos contra ISIS que lleva ya 8.125 ataques aéreos hasta el 12 de noviembre (con un coste de 5.000 millones de dólares, una media de 11 millones diarios), a la que ahora se ha sumado Rusia. No parece que en catorce años la ideología oficial de Occidente haya sido el pacifismo. Sarkozy ha dicho que “nada puede ser como antes, debe ser una guerra total”. Entonces, ¿cómo definiría lo que ya ha ocurrido desde 2001? ¿Es una guerra contra el Islam en la que todos los musulmanes son sospechosos? Nada gustaría más a los yihadistas que se extendiera esa idea en Europa. No hay que negar que muchos europeos piensan así, de lo contrario Marine Le Pen no insistiría tanto en ello. Para ISIS, sí es una guerra de civilizaciones frente al Occidente de los “cruzados” en la que pretenden reclutar a los musulmanes para convencerles de que la “yihad” que les exige su religión no consiste en esforzarse en vivir bajo sus preceptos, sino embarcarse en una guerra permanente contra los infieles. Precisamente, eso es lo que sostenía una y otra vez Al Qaeda. Pensemos en todos los artículos tras el 11S que nos alertaban de que la organización de Bin Laden pretendía llevar el Islam al corazón de Europa, recuperar “Al Andalus” y sus glorias del pasado. Era la guerra definitiva en la que la típica pusilanimidad europea hacía prever un futuro oscuro. Nada de eso ocurrió. No hubo ningún Al Andalus yihadista.

 Los musulmanes de Francia, Reino Unido y España no se rebelaron contra sus amos paganos. Bin Laden acabó escondido en un chalé viendo cintas de vídeo, fue eliminado a sangre fría y su cuerpo, tirado al mar. Su organización en Irak fue aniquilada (aunque resucitaría con otro nombre, el de ISIS, gracias a ese Estado fallido que es Irak y a la guerra siria). Hay otra forma de ver lo que Bin Laden consiguió por si nos da alguna pista sobre lo que pasará con ISIS. En una época en la que a los líderes europeos les cuesta dejar su huella, podríamos preguntar si no es cierto que Bin Laden tendría razones, si siguiera vivo, para presumir de sus logros. En cierto modo, esa guerra permanente ha tenido en Occidente un precio terrible en términos políticos, económicos y morales. Nuestros inmaculados valores se defendieron en la prisión de Abú Ghraib desnudando a los presos y colocándoles una correa en el cuello; en Haditha, Irak, asesinando a sangre fría a hombres, mujeres y niños; y en las prisiones ocultas de la CIA aplicando el ‘waterboarding’ a los sospechosos de terrorismo. Me pregunto de dónde sacarán algunos que la prosperidad de Occidente nos ha vuelto blandos. ¿Cómo se alimenta la base ideológica del yihadismo? La superioridad racista y xenófoba que sienten los yihadistas tiene uno de sus principales orígenes contemporáneos en el wahabismo saudí. A partir de aquí, no es necesario escribir más. En estos momentos tan dolorosos sería de mal gusto destacar que los valores republicanos franceses tienen un precio, eso sí, muy alto. Francia venderá a Riad todas las armas que necesite, por ejemplo para sostener futuras guerras como la actual de Yemen. Quizá esas armas vuelvan para despertarnos de nuestros sueños dentro de unos años, aunque habrá quien diga que somos inocentes. Lo nuestro sólo eran negocios.














30/10/15

SINE QUA NON II



Y a veces oigo las ratas
que roen la pared.
Les doy papel de estraza
del que uso yo para sacar la tinta de la piel…  (Nacho Vegas)

"Por sus estridentes ladridos, es señal que cabalgamos" (Goethe)

"Si es cierto que la mentira es un hecho de civilización, entonces quizás seamos el pueblo más civilizado del mundo.
Pero la mentira puede destruir la civilización, porque destruye las relaciones humanas" (I. Antaki)



Por Manuel González

En el aprendizaje de sucesos,   
entre la trivialidad del pasillo,  
chismes y falsos profetas  
apuntalan el retroceso por el exceso de hipocresía.

¡No somos siempre nosotros el bueno!
¡No tienen  otros la culpa de todo!
La redención mata más que el veneno;
afrentas colgadas en el aire,
enojos y frustraciones por iletrados;
¿denostaciones sin parpadear? 
menester del obsceno ego.

Sigo corriendo, sin puntos ni comas
sin abominar al semejante ni al sistema
como el que todo espera porque nada es suyo:

el sabotaje de las utopías,
la comprensión que llega mal y tarde
el chantaje del alma y sus radiografías.

Por ello:
No soy embajada del reproche,
ni el vademécum de lo perdido;
para que amanezca y deje de ser noche
es esencial sine qua non

el to be or not to be… 






5/9/15

¿PERDIMOS LA COMPASIÓN?


Por Robert Fisk
La Gran Muralla China, las murallas de Roma y de toda ciudad medieval, la Línea Sigfrido, la Línea Maginot, el Muro Atlántico: las naciones –imperios, dictaduras, democracias– han usado toda cadena montañosa, todo río, para rechazar a ejércitos extranjeros. Y ahora los europeos tratamos a las masas de pobres y hacinados, a los verdaderos inocentes de Siria e Irak, de Afganistán y Etiopía, como si fueran invasores extranjeros decididos a saquear y subyugar nuestra soberanía, nuestra identidad, nuestra tierra verde y placentera.
Alambrada de púas en la frontera húngara. Alambrada de púas en Calais. ¿Acaso hemos perdido la única victoria que obtuvimos en la Segunda Guerra Mundial: la compasión?.
Puesto que nuestra frase hecha más reciente es decir al mundo que la “crisis” de refugiados es la más grande desde esa guerra, recordé cómo respondió Winston Churchill ante las columnas de refugiados alemanes que huían a través de las nieves de Europa oriental en 1945, frente al avance del vengador Ejército Rojo. Eran, tomémoslo en cuenta, los civiles del Tercer Reich, los que habían llevado a Hitler al poder y se habían regocijado con los bárbaros genocidios y las victorias militares de la Alemania nazi sobre naciones pacíficas. Eran el pueblo de una nación culpable que avanzaba con ánimo desfallecido hacia un destino incierto.
Habían pasado años desde que leí la carta que Churchill escribió a su esposa, Clementine, en el camino a la conferencia de Yalta, en febrero de 1945. Pero volví a leerla este fin de semana, y he aquí la sección clave: “Me siento libre de confesarte que mi corazón se entristece por los relatos sobre las masas de mujeres y niños alemanas que huyen sobre los caminos por todas partes, en columnas de 60 kilómetros de largo hacia Occidente, delante de los ejércitos que avanzan. Estoy del todo convencido de que se lo merecen, pero eso no se lo quita a uno de la vista. La miseria de todo el mundo me abruma y temo cada vez más que puedan surgir nuevas luchas de aquellos a quienes hoy estamos acabando”.
Churchill habría llamado “magnanimidad” a ese sentimiento. Era compasión.

De manera increíble, es Alemania –la nación de la que decenas de miles de refugiados huyeron antes de la Segunda Guerra Mundial, y de cuyos ejércitos escapaban por millones una vez que empezó el conflicto– el destino que hoy eligen los cientos de miles de personas que se arraciman en el viaje a Europa. La generosidad de Alemania refulge como un faro junto a la respuesta de Dave Cameron y sus amigos. ¿Será que nuestro primer ministro nunca leyó a Churchill? ¿O leyó demasiado a Tennyson? Le gusta citar una línea del Ulises de Tennyson –“Luchar, buscar, encontrar y no ceder”– que se inscribió en un muro de la villa de los atletas en los Juegos Olímpicos de Londres en 2012. ¿Pero tal vez, me pregunto, también disfrutó el soneto favorito de Tennyson, Montenegro, en el que nuestro laureado poeta victoriano se regocija con los “guerreros (montenegrinos) que golpean al enjambre/de islamitas turcos”? Buena palabra, “enjambre”. “Buena como principio, pero mala como etiqueta”, como el propio Churchill advirtió en un mensaje a Hitler anterior a la guerra, con respecto al desprecio que el Fuhrer mostraba hacia otro pueblo inculto.
Hace más de 30 años, en Jerusalén, conocí a ese príncipe de los periodistas, James Cameron. Él había defendido mis notas sobre Irlanda del Norte –y por ello, claro, era mi héroe–, pero él, como Churchill, era un hombre de gran compasión. Pensé en él hace no mucho tiempo, cuando me quejaba de otro grupo de jóvenes refugiados ferales sirios que me habían seguido por una calle de Beirut. Hace casi 40 años Cameron informaba para la BBC sobre otra flota de refugiados que buscaba la salvación en embarcaciones precarias.
Fue una convención periodística deshonesto llamar 'gente en botes' a los refugiados vietnamitas”, escribió en su texto, “que tenía un sonido casi confortable, como de personas en un viaje de placer. Los refugiados... son fugitivos, gente que huye, víctimas, los perdidos y abandonados... refugiados judíos, árabes, indios, paquistaníes, rusos, coreanos, de Bangladesh”. Cameron evocó a los hugonotes que huyeron de Gran Bretaña en el siglo XVII, y a los perseguidos judíos que escaparon de Europa oriental a Estados Unidos en la década de 1900.
Y entonces Cameron se acercó a un momento como los de nuestro primer ministro. “En aquellos días el mundo era un lugar más o menos vacío; había espacio casi en todas partes para el forastero sin hogar. Todos los lugares donde un extraño podría querer refugiarse están ahora sobrepoblados y ya tienen sus propios problemas”. Y algunos refugiados “son ambiciosos, algunos están salvando el pellejo, otros siguen al rebaño. Pero aún no encuentro a un bebé refugiado que haya salido de su casa por otra razón que porque tenía que hacerlo”. No hay un “mandato divino”, sostenía Cameron, “que diga que uno debe permanecer donde nació”.
¿Acaso los seguidores de Moisés no fueron refugiados, como siguieron siéndolo durante dos mil años, “hasta que remplazaron su éxodo con el de alguien más”? Una ironía única de nuestra tragedia actual es que un navío irlandés ha estado salvado la vida a miles de refugiados náufragos a unas cuantas millas de la costa libia. Hace siglo y medio el éxodo irlandés por la hambruna arrojaba a sus refugiados en las costas de Canadá, con barcos atestados de hombres, mujeres y niños que morían o habían muerto de tifus, y fueron recibidos con compasión… pero también con miedo de que la peste contaminara a la población de las Provincias Marítimas canadienses.
Correspondió a Pól Ó Muirí, el editor en lengua inglesa de The Irish Times, cuyo padre fue un trabajador migrante de la construcción en Gran Bretaña, resaltar la semana pasada cuántos irlandeses ayudaron a construir el túnel del Canal de la Mancha, y cómo hoy día “los migrantes están del otro lado, intentando pasar”.

Sí, “algo se tiene que hacer” acerca de los refugiados, concedió retóricamente Ó Muirí. Pero entonces –y, puesto que me encanta la gran escritura, tienen que aguantarse conmigo– añadió: “Todo este asunto infunde un poco de temor, toda esa gente que se arroja a las vallas en la boca del túnel que los de Donegal ayudaron a construir… Pero cuando la cámara hizo un paneo hacia atrás para mostrar hombres de pie que observaban, con toda la dignidad de la que podían hacer acopio, de pronto me di cuenta de que veía… a mi padre en Inglaterra… ¿También ustedes vieron a su familia en esos rostros? Miren un poco más de cerca. No tengan miedo”.
Como dicen, la necesidad no conoce ley. La compasión tampoco.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya

16/7/15

TODOS SOMOS GRECIA Y VARUFAKIS



Por Luis García Montero

El dinero manda, nos convierte a los seres humanos en mercancía y a nuestros derechos civiles en negocio. Se privatizan la sanidad, la educación, el agua, la información, los servicios de limpieza, las cárceles… Y, sobre todo, se privatiza la política. Sí, se privatiza un partido político igual que un hospital o un colegio. Los partidos políticos que diseñaron la arquitectura de Europa trabajaban como organizaciones privatizadas al servicio de la banca y las multinacionales. El horizonte fue la cultura neoliberal y su trampa íntima: no se trataba de desmantelar el Estado, sino de concebir un Estado al servicio del dinero. Más que desregulación, hay una ingeniería política y social capaz de convertir en deuda pública las pérdidas privadas de los bancos y de la economía especulativa. Los acreedores han sustituido así a los políticos en la toma de decisiones, un proceso puesto en evidencia hasta la saciedad en la crisis griega. 

En vez de preocuparse por la gente (sus salarios, sus pensiones, su hambre, su dignidad, su desempleo), los acreedores se empeñan no ya en cobrarlo todo –porque hay deudas que no se pueden cobrar enteras–, sino en que no se rompan las reglas de juego que han provocado sus ganancias, la deuda, el desempleo, el hambre y el maltrato de la gente. El comportamiento de los políticos-banqueros y de la prensa-banquera durante el referéndum griego ha sido un espectáculo indecente. En nombre de la solución económica de un problema grave han intentado, a base de calumnias y amenazas, devolverle el poder a los mismos partidos tradicionales que contribuyeron a crear la situación crítica (por seguir los mandatos del BCE y del FMI) y derribar al Gobierno elegido por los ciudadanos para resolver sus problemas. La lección importante del dinero, claro está, es que los ciudadanos no tienen derecho a resolver a través de la política sus problemas. Las urnas son un peligro. 

El comportamiento de las instituciones europeas se mueve así en el oleaje de la cultura neoliberal
dominante que desacredita la política. Le compramos con facilidad su cultura al enemigo cuando decretamos el fin de la política, las listas electorales sin políticos, la corrupción de todos los políticos, el todos son iguales, porque esa dinámica sólo sirve para dejarle las manos libres al dinero. Como advirtió Antonio Machado hace muchos años, conviene cuidarse de quien aconseja que no nos metamos en política, porque eso significa que quiere hacer la política sin nosotros. Nos conviene matizar y no dar la política por perdida. Frente a la puerta giratoria del político-banquero o del político-acreedor, resulta necesario consolidar la imagen del político-ciudadano, es decir, del representante de los ciudadanos. En medio de todas las tristezas de la crisis griega, hemos tenido la alegría de comprobar la dignidad humana de Yanis Varufakis, catedrático de Economía de la Universidad de Atenas y exministro de finanzas. Su comportamiento de político-ciudadano ha causado irritación en el foro de los políticos-banqueros. No nos engañemos: Varufakis no es un ejemplo de las dificultades que hay entre las promesas electorales y su posterior realización, sino de la correlación de fuerzas que existen entre las mentiras del poder del dinero y la ciudadanía. Una ideología es dominante cuando consigue hacer creer a la gente su mentira: el poder real no reside en la mayoría oprimida, sino en la élite opresora. Como recuerda Varufakis en su libro El Minotauro global (Debolsillo, 2015), este proceso se conoce en la historia del pensamiento como el secreto de Condorcet. El deseo de denunciar el secreto de Condorcet convirtió a Varufakis en un político-ciudadano. Este economista no es un demagogo y miente mucho menos que los representantes de las instituciones económicas y políticas europeas. Su libro analiza con inteligencia la situación de Europa dentro de la economía especulativa mundial.

La imagen del Minotauro, una fuerza cruel, pero capaz de mantener equilibrios, alude a los mecanismos por los que Estados Unidos decidió a partir de los años 70 disparar su déficit como fórmula para alimentar la capacidad de exportación industrial de Alemania, Holanda y China. Las ganancias de estos países volvían después a Wall Street convertidas en dinero especulativo. El hundimiento de este mecanismo, reconocido por el propio Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal de EE.UU. durante 20 años, ha descompuesto el proyecto europeo. El diagnóstico de Varufakis es claro: “Europa se está desintegrando sencillamente porque su arquitectura no era lo bastante sólida para soportar la onda expansiva provocada por los estertores mortales del Minotauro”. Yanis Varufakis no iba a la mesa de negociaciones con propuestas radicales y demagógicas, sino con un análisis económico que obligaba a construir Europa, a repensarla, a poner las instituciones –empezando por el BCE- al servicio de los ciudadanos. Y por eso era recibido como un marciano por unos políticos-banqueros que hablan mucho de Europa, pero que no sienten como suya una identidad que obliga a vivir en primera persona las dificultades de los griegos, los españoles, los portugueses o los italianos. Varufakis no piensa que los banqueros sean unos malvados insaciables, ni que haya una trama capitalista pensada por alguien para hacer el mal. Piensa que el capitalismo es un monstruo que se desarrolla sin control y que puede convertir en pobreza y autodestrucción propia sus movimientos de extensión. Por eso es imprescindible tomarse en serio unas instituciones con capacidad de control. La precariedad democrática de Europa es una evidencia. El conflicto griego es el conflicto de Europa. O transformamos el invento ideado por los políticos-banqueros o estamos condenados a una larga agonía de injusticias y desintegración.

12/7/15

HASTA SIEMPRE JAVIER KRAHE (MAESTRO DE MAESTROS)


Publicado en El País 

A buen seguro que disfrutaría con la ironía: sus últimas palabras ante el público fueron “y yo con mi corona hice el gilipollas…”. Javier Krahe ofreció su último concierto el pasado 28 de junio en una pequeña localidad coruñesa, Boiro, en A Pousada Das Ánimas, un local al que acudía a actuar puntualmente desde hace casi 20 años. Se despidió con uno de sus iconos, Marieta, con ese gilipollas que intenta enamorar a la bella protagonista. Nunca existió un cantautor tan lejos de la definición de gilipollas. En ese último concierto, anunció que se retiraba temporalmente para tomarse un año “selvático” y trabajar en nuevas canciones. Desgraciadamente, Krahe ha fallecido esta madrugada en su casa de Zahara de los Atunes (Cádiz), a los 71 años, a causa de un infarto. Su amigo Pablo Carbonell fue el primero en anunciar en Twitter el deceso: “No digáis se nos fue el mejor de todos, malogrose el cumplido cantautor, era bueno, tenía suaves modos...’. D.E.P Javier Krahe. Gracias”.

 Quizá el propio Krahe también valorase la paradoja de que su muerte cope los comentarios de las redes sociales, él que escribía sus canciones en cuadernos y libretas, lejos del teclado de un ordenador. Krahe nació en Madrid en 1944 y, contra lo que pueda parecer por su posterior actitud vital y artística, se crió en el barrio de Salamanca y fue alumno del colegio del Pilar. Siempre se sintió madrileño hasta la médula: “Yo me identifico con Madrid. Viviría en cualquier barrio. Todo es Madrid. Mi mujer decía, cuando estábamos en Prosperidad, que quería irse más al centro, con nuestra hija. ¿El centro? Pero si esto es el centro”, afirmaba en una reciente entrevista en EL PAÍS. 


Lo contemplan 35 años de carrera y 15 discos en los que desgranó canciones ya legendarias, desde su primer álbum Valle de lágrimas, publicado en 1980, en el que ya incluía algunos de sus temas más emblemáticos, como Villatripas, Don Andrés Octogenario, San Cucufato y Marieta. Dueño de un estilo personalísimo, Krahe sabía llenar sus canciones de referencias cultas para combinarlas con su arma principal: la ironía. Su canción Como Ulises (¡La Odisea resumida en una canción), incluida en su disco Cábalas y cicatrices, de 2002, aún se utiliza en muchos institutos como introducción para estudiar la obra de Homero. Krahe era un apasionado de la poesía, lo que se traducía en un excepcional talento para jugar en sus canciones con la métrica y la rima. Sus poetas eran “el Siglo de Oro, el 27, los de los 50 como Ángel González o Gil de Biedma…”, pero cuando se le preguntaba por su relación con la chanson francesa, respondía inevitablemente: “Soy brasseniano”. Nunca existió un cantautor tan veraz, tan cercano y, por descontado, tan iconoclasta (¿Qué artista sería capaz hoy de titular una de sus canciones No todo va a ser follar, salvo Javier Krahe). Fue precisamente su singularidad, su capacidad para no encajar en ninguna etiqueta lo que propició su primer asalto a la popularidad, a raíz del disco La Mandrágora, grabado en directo y editado en 1981 junto a Joaquín Sabina y Alberto Pérez, que recogía las actuaciones del trío en el sótano del bar madrileño del mismo nombre, situado en el barrio de La Latina en Madrid. Sin embargo, La Mandrágora no duraría demasiado: “Fue con Tierno cuando cerraron La Mandrágora. Por orden municipal. Porque hacíamos ruido. ¡Y estábamos en el sótano!” . Krahe siempre gustó de presentarse ante sus seguidores en pequeños formatos, en salas reducidas, lejos de los aspavientos y las alharacas, como el legendario Café Central, en Madrid, o en la también madrileña sala Galileo.


Su insobornabilidad lo llevó también a vivir uno de los momentos más tristes de su carrera, cuando se convirtió en el primer artista de la democracia en ser censurado. En el año 1986, TVE emitió un concierto de Joaquín Sabina en directo, en el que colaboraba el propio Krahe. Su canción Cuervo ingenuo, que criticaba a Felipe González, entonces presidente del Gobierno, no fue emitida: los televisores fundieron a negro. No le gustaba demasiado a Krahe recordar el episodio, como tampoco hablar del momento en que fue denunciado, en 2004, por un vídeo en el que se daba la receta para cocinar un Cristo al horno. En 2012, Krahe fue absuelto de un delito contra los sentimientos religiosos por el juzgado de lo Penal número 8 de Madrid: “Ha sido un incordio. Aunque en estos ocho años habré pensado en este asunto una docena de veces, la mitad en los últimos tres meses”. Entre la publicación de sus 15 discos, Krahe también encontró tiempo para fundar un sello discográfico independiente, 18 Chulos, junto con El Gran Wyoming, Pepín Tre, Santiago Segura, Pablo Carbonell y Faemino. 

A pesar de su drástica afirmación: “Me gusta no hacer nada. Tengo una enorme capacidad para ello”, Krahe trabajó mucho y trabajó bien. Sus conciertos suponían viajes emocionales de primer nivel, además de un torrente de diversión. Las letras de Krahe, tan burlonas como elaboradas, han acompañado la memoria musical de varias generaciones. Y sus seguidores, quizá minoritarios, pero siempre entregados, fidelísimos, capaces de viajar por España para seguir sus actuaciones, también encontraban en el artista un referente vital. Un cantautor comprometido que nunca estuvo en venta. Que disparó contra todo y contra todos (“En una canción se puede jugar con todo, menos con las desgracias físicas”), que exudaba vitalidad, rebeldía e iconoclastia. También generoso. Lo saben bien músicos como Andreas Prittwitz, Fernando Anguita o Javier López de Guereña, a quienes permaneció fiel durante casi toda su carrera. No será desmesurado afirmar que, para los madrileños, existen dos iconos de eso que en los ochenta se llamó “lo auténtico”: Javier Krahe y Rosendo. A finales de 2014 llegó su último trabajo, un disco grabado en 2013 en el Café Central de Madrid. Javier Krahe ya disponía de nuevos versos, de nuevas ideas para canciones (“Siempre escribo las canciones a partir de una frase que me ha venido a la cabeza, o que he oído decir o que he leído. Cojo esa frase y empiezo a especular con ella”). 

Canciones que se han marchado con el artista. Y no se trata de un burdo rumor, desgraciadamente. Pero sus seguidores no deben abandonarse a la tristeza. Lo afirmaba el propio cantautor, que lanzaba su epitafio hace años en su canción El cromosoma: “La muerte no me llena de tristeza, las flores que saldrán por mi cabeza algo darán de aroma”.



29/4/15

MARE NÓSTRUM


Víctor Arrogante 
Rebelión

 No parece que importe mucho la tragedia humana, más bien su preocupación viene por la seguridad y evitar que los hambrientos del tercer mundo africano aborden las costas de «El Dorado». Muchas muertes, desprecio y demasiada incomprensión por parte de la civilización. La UE no quiere rescates y triplica los fondos de la operación Tritón, para la vigilancia y la protección de las fronteras, amenazando con utilizar más «fortaleza». La crisis de refugiados y migrantes en el Mediterráneo, según señala la ONU ha multiplicado por 50 el número de muertes, ante la inacción de los gobiernos europeos. Los muertos aumentan, la tragedia se hace irrespirable y los gobiernos europeos no abordan la crisis humanitaria. 

Tienen que reforzar las operaciones de búsqueda y salvamento en el Mediterráneo y el Egeo; han de abrir rutas seguras para evitar que las personas que huyen de conflictos y persecución se vean obligadas a realizar viajes peligrosos. Los países europeos tienen que dejar de cooperar con países que violan los derechos humanos y forzar que restrinjan los flujos migratorios hacia Europa. Algunos datos de la tragedia humanitaria: la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) estima que 1.727 inmigrantes han muerto este año en el Mediterráneo, treinta veces más que en el mismo periodo del año pasado. 219.000 inmigrantes cruzaron el Mediterráneo en 2014 según ACNUR y los Estados miembros de la UE, recibieron 626.000 solicitudes de asilo, de los que autorizaron solamente un cinco por ciento. Sólo en el año 2014 desembarcaron en Italia 170.100 inmigrantes. El 85% de todas las muertes de personas en tránsito migratorio que se produjeron en el mundo, ha quedado en la fosa común mediterránea. Amnistía Internacional ha hecho público un Plan de Acción, pidiendo a los gobiernos europeos que tomen medidas inmediatas y efectivas para poner fin a una catástrofe que está causando la muerte de miles de personas: «La vergüenza de Europa, a pique; omisión de socorro a refugiados y migrantes en el mar». El Plan detalla las dificultades y limitaciones de las operaciones actuales de búsqueda y salvamento en el Mediterráneo central y expone formas en las que puede resolverse. Pide el lanzamiento inmediato de una operación humanitaria para salvar vidas en el mar, dotada de buques adecuados, aviones y otros recursos, que patrulle donde haya vidas en peligro. Las decisiones de los líderes europeos, no han ido por ese camino. La cumbre del pasado 23 de abril, decidió poner en marcha una operación civil y militar con el objetivo de evitar que cayucos y pateras se acerquen a as costas europeas, basada en los «resultados positivos», parecidos a los de la operación Atalanta contra la piratería somalí. Las diez medidas inmediatas que prevén tomar desde la UE, «consolidan el endurecimiento de las políticas migratorias»: bloquear aún más las fronteras mediante dispositivos de control; reforzar la persecución en nombre del rescate; repartir la gestión de las fronteras entre los Estados de la UE; delegar el control y la responsabilidad de la migración a países donde la vida de los inmigrantes corre peligro (especialmente Libia o Marruecos) y establecer un programa de devolución rápida coordinado por Frontex. Las conclusiones del encuentro de emergencia han tenido una buena acogida por parte de los ministros de Interior; pero los acuerdos de la UE son un avance ínfimo, que significa una vuelta a atrás a noviembre de 2014, cuando terminó la Mare Nostrum. 

Los 28 dicen estar de acuerdo en repartir el número de refugiados, sin decir cuántos. Rajoy ha explicado que España tiene «disposición a aumentar la aportación» tanto en medios como en financiación, aunque ha reconocido que no se ha alcanzado un acuerdo concreto y hay que esperar al 13 de mayo. El juego ha sido decir que sí a todo, con cara compungida, sin hablar de números ni compromisos. Europa está mostrando negligencia ante la tragedia. La vida de los migrantes y refugiados, no es su política prioritaria. Lo prioritario es que no lleguen a las costas de Europa a cualquier precio. La decisión de poner fin a Mare Nostrum, ha contribuido a un dramático aumento de las muertes en el mar. Mare Nostrum no tuvo un «efecto llamada», como se dice. Desde que terminó la operación, el número de personas que intentan entrar en Europa por mar ha aumentado. En 2015 ya han tratado de llegar más refugiados y migrantes que nunca. El pasado 18 de abril, se ahogaron más de 800 personas, durante un intento de salvamento realizado por un barco mercante, que pese a la buena voluntad, no son los barcos adecuados par hacerse cargo de la crisis humanitaria. Otra reacción se habría dado, si los muertos hubieran sido turistas europeos o americanos. La UE evita lanzar una operación de rescate real para frenar las muertes en el Mediterráneo. El sector del transporte marítimo dice que, los salvamentos en gran escala a cargo de barcos mercantes conllevan muchos más riesgos, por lo que muestran la necesidad de una operación humanitaria profesional. Los jefes de Estado y de Gobierno de la UE quieren salvar el tipo, no salvar vidas. Acordaron «triplicar» los fondos destinados a las operaciones Tritón y Poseidón, para vigilar mejor el Mediterráneo. Su propuesta contó rápidamente con el agrado de Alemania y Francia, los menos afectados. Acordaron convocar una cumbre con la Unión Africana para reforzar la cooperación contra la inmigración ilegal, reforzar la cooperación política y combatir las mafias de tráfico de personas. No hay avances en los acuerdos de cooperación con terceros países como Sudán, Eritrea, Somalia, Etiopía, Libia, cuya situación interna provoca miles de desplazados. 


 Es correcta la lucha contra las mafias, controladas por personas sin escrúpulos, pero no es suficiente y no disminuye la tragedia humanitaria. En lo que va de año, un número sin precedentes de personas refugiadas y migrantes está tratando de llegar a Europa en embarcaciones abarrotadas y peligrosas. Cuando sus barcos vuelcan o tienen problemas en mar abierto, no siempre hay ayuda cerca. Europa se ha convertido en una fortaleza casi impenetrable y los refugiados tienen enormes dificultades para llegar sin riesgos y legalmente a un país de la UE. Huyen de la violencia, la persecución o el hambre. Pagar miles de dólares a un traficante, para atravesar el mar en un bote roto, es casi la única opción que les queda. No hacer lo suficiente para ayudar a esa gente es de canallas y no se puede defender con argumentos alejados de la solidaridad humana. Muchas familias con hijos pequeños, huyen de países arrasados por la guerra, como Siria, Afganistán, Sudán e Iraq. Otras muchas perseguidas por opiniones políticas, torturas y amenazadas de muerte. En 2014, las personas procedentes de Siria y Eritrea representaban casi la mitad de las 170.000 que llegaron a Italia en barco. Otros miles llegan del África Subsahariana huyendo de la penuria y la pobreza. Los gobiernos europeos se enfrentan a un dilema de vida o muerte. No hacer lo suficiente para ayudar es inhumano. Pedir asilo es un derecho humano, ofrecerlo una muestra de valor solidario y parte esencial de los acuerdos internacionales sobre refugiados, firmado por casi todos los gobiernos después de la II Guerra Mundial. Ahora los gobiernos ponen enormes dificultades en el ejercicio de ese derecho. La UE tiene que hacer todo para evitar tantas muertes. Tiene que lanzar una operación humanitaria de salvamento de personas en el mar, lo que significa mantener suficientes barcos, aviones, helicópteros y personal para rescatar a las personas que cruzan el Mediterráneo. Mientras se organiza la operación, Italia, Malta y España, al menos, deben contar con el suficiente apoyo económico y logístico para redoblar las labores de búsqueda y salvamento que se presenten. Europa ha reducido su capacidad de búsqueda y rescate, con el argumento fallido de que esas operaciones tienen un «efecto llamada» que atraía a más migrantes. Pero la realidad ha puesto de manifiesto la falsedad del argumento, ya que el número de personas desesperadas que intentan llegar a Europa no hace más que aumentar. La estrategia actual no funciona y se debe apoyar con todas las fuerzas y recursos una operación sólida y concertada en el Mediterráneo. No es suficiente triplicar la Operación Tritón, para la vigilancia de fronteras, lejos del lugar donde se producen las muertes. Es necesario adoptar soluciones duraderas para necesidades reales. Hay que enmendar los errores actuales. Las vidas son más importantes que los golpes de efecto de cara a galerías alejadas de los pueblos. 

Hay que cambiar los objetivos, aumentando la zona de operaciones y más barcos y aviones al servicio de las operaciones. Europa no puede centrarse en patrullar sus fronteras, ignorando a quienes se ahogan. Es un insulto a la humanidad y una afrenta a quienes no tienen más opción que emprender los peligrosos viajes hacia a prosperidad. En la lucha contra las migraciones, no cabe dejar morir a la gente que huye de su tragedia. Miles de migrantes y refugiados desesperados emprenden la travesía marítima más peligrosa del mundo, y miles mueren en el intento. La prioridad debe ser la protección, la búsqueda y el rescate. La cumbre extraordinaria de la UE del 23 de abril, ha dejado todo para dentro de tres semanas, noqueada por las últimas muertes entre Libia y Lampedusa. A declaraciones grandilocuentes escasos hechos. Salvar vidas en el Mediterráneo, debe ser una prioridad para los pueblos europeos decentes, alejados de racismos indecentes. Amnistía Internacional considera las medidas adoptadas «absolutamente inadecuadas» y cree que constituyen «una respuesta vergonzosa a la crisis del Mediterráneo», además de que no servirán para poner fin a la espiral de muertes en el mar. Tritón fue el dios mitológico de las profundidades marinas. Para evitar que esos fondos se nutran de más cuerpos humanos, hay que apostar por el «Nostrum Mare» solidario, mar nuestro por el bienestar y los derechos humanos. No son los miserables los que apestan. Por cierto, habrá que hacer algo para que deje de ser el más contaminado del Mundo. 

 @caval100 Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

"Si cuarenta mil niños sucumben diariamente
en el purgatorio del hambre y de la sed,
si la tortura de los pobres cuerpos
envilece una a una las almas,
y si el poder se ufana de sus cuarentenas
o si los pobres de solemnidad
son cada vez menos solemnes y más pobres,
ya es bastante grave
que un solo hombre
o una sola mujer
contemplen distraídos el horizonte neutro; pero en cambio es atroz
sencillamente atroz
si es la humanidad
la que se encoge de hombros".
Mario Benedetti


14/4/15

EL MÁS CRUEL DE LOS MESES

 Pobres, lo que se dice pobres, son los que no tienen tiempo para perder el tiempo.
 Pobres, lo que se dice pobres, son los que no tienen silencio, ni pueden comprarlo.
 Pobres, lo que se dice pobres, son los que tienen piernas que se han olvidado de caminar, como las alas de las gallinas se  han olvidado de volar.
 Pobres, lo que se dice pobres, son los que comen basura y pagan por ella como si fuese comida.
 Pobres, lo que se dice pobres, son los que tienen el derecho de respirar mierda, como si fuera aire, sin pagar nada por ella.  Pobres, lo que se dice pobres, son los que no tienen más libertad que la libertad de elegir entre uno y otro canal de  televisión.
 Pobres, lo que se dice pobres, son los que viven dramas pasionales con las máquinas.
 Pobres, lo que se dice pobres, son los que son siempre muchos y están siempre solos.
 Pobres, lo que se dice pobres, son los que no saben que son pobres.
Eduardo Galeano




Por Eric Nepomuceno

Cuánta razón tenía T.S. Eliot al decir que abril es el más cruel de los meses. En la mañana de un lunes de abril se fue Eduardo Galeano. Y, con él, 42 años de mi vida. Ayer mismo, alguien me preguntó cuál era la memoria más nítida que traigo de él. Y es que no hay una: hay centenares, hay miles. Podría, por ejemplo, mencionar la imagen de los dos últimos encuentros nuestros, en enero, en su casa de Montevideo. O recordar el primer encuentro, en un día incierto de marzo de 1973, en Buenos Aires. Y así, a lo largo de cada uno de los meses de cada uno de todos esos años, y en un sinfín de lugares, mundo adentro y mundo afuera, traigo conmigo una presencia permanente, indispensable, la presencia de Eduardo, inseparable de la memoria que tengo de mí mismo. El Eduardo que se fue es y será siempre una de las figuras más cruciales y decisivas de mi formación. Se fue mi hermano mayor, se fue aquél que me abrió las puertas de un mundo mucho más ancho y amplio de lo que yo jamás podría imaginar. He conocido, a lo largo de la vida, poca, poquísima gente con la entereza, la integridad, la honestidad de Eduardo. 



Y con su generosa solidaridad con los desposeídos, los relegados, los despreciados, los oprimidos. Era de un rigor y de una exigencia a toda prueba, con él y con los amigos más cercanos. Podía ser implacable. Y, al mismo tiempo, tenía una enorme capacidad de comprensión con los errores ajenos, principalmente los cometidos por quien jamás tuvo nada. Con el tiempo, Eduardo supo transformar los ímpetus jóvenes en una serena madurez. Cambió varios de sus puntos de vista para lograr ver más lejos y más amplio, sin traicionar ninguno de sus principios ni por un instante. Era de una sinceridad sin límites, uno de los raros hombres que supieron criticar de manera leal y permanecer fieles a sus creencias. Así fue, con los amigos más cercanos e íntimos, pero también con los procesos políticos que, alguna vez, correspondieron a su visión de la vida y del mundo. Hace décadas oí, de Darcy Ribeiro, una frase que ahora me vino, al pensar en Eduardo. Dijo Darcy que, en nuestra América, no tenemos más que dos caminos: ser resignados o ser indignados. Así ha sido mi hermano Eduardo: un indignado permanente frente a las injusticias, las humillaciones de un sistema basado en la desigualdad extrema, los desmandes que destruyen al planeta. Supo entender, y hace tiempo, que el mismo sistema de injusticia que aniquila futuros y esperanzas es el que destroza la vida en todas sus formas y dimensiones. Tenía manos pequeñas, como de un niño. Con esas manos quiso abrazar el mundo, con ellas quiso rescatar la memoria colectiva, acariciar la esperanza. Y lo hizo. Abril es, sí, el más cruel de los meses.



 Es el mes, como dijo Eliot, en que los árboles muertos ya no te cobijan y el canto de los grillos no consuela. En un abril, el del año pasado, se fue el Gabo. Y ahora se fue mi hermano mayor, el que me abrió las puertas de otro mundo, que era mío aunque yo no supiese, y me enseñó a apoderarme de ese mundo y dejarme ser apoderado por él.


18/3/15

RUMBO AL APARTHEID INFORMATIVO Y DE IDEAS





Por Lydia Cacho

El trabajo de investigación reporteril es la piedra angular del periodismo socialmente útil.
Ningún buen medio de comunicación sobrevive concredibilidad y prestigio sin un grupo de reporteras y reporteros profesionales, éticos, capaces de jugarse la vida a ratos y de arriesgarse a los cada vez más notables y sistemáticos ataques vengativos de gobernadores, alcaldes, policías y personajes públicos que tienen el dinero para crear ciberdesacreditadores, periódicos y revistas estilo pasquín hechos a modo para la defensa a ultranza de los poderes fácticos y de los pactos de corrupción que tienen a nuestro país arrodillado ante la violencia y desánimo que las corruptelas generan en todos los ámbitos políticos y sociales.
En los últimos años hemos presenciado y documentado los daños directos y colaterales de los ataques a la prensa, tanto a medios particulares como a periodistas en lo individual.
Hemos buscado nuevas formas para explicar con claridad el costo emocional, profesional y económico que tiene para una reportera haber sido encarcelada y torturada por órdenes de un gobernador abocado a defender a la delincuencia organizada; o a una reportera amenazada por militares hasta el día en que apareció asesinada en su hogar; o el de un editor que fue secuestrado durante 60 horas para torturarlo psicológicamente y luego soltarlo lleno de miedo, advertido por los criminales de que su vida y los textos del periódico ya no le pertenecen a él sino al líder del cártel.
Paralelamente hemos documentado con nombres, apellidos y cifras comprobables que por cada periodista perseguida, amenazado, hay una decena que renuncia o se somete,se prostituye por miedo al peligro potencial o simplemente porque no tenía vocación y ética.
Nada es tan simple como parece, no todos tienen la fortaleza y resiliencia para seguir adelante a pesar del peligro, de la fatiga emocional por vivir bajo espionaje estatal, a pesar de los ataques constantes a integridad, de los intentos por desacreditarles inventando historias sobre una supuesta vida privada. No todos ni todas resisten el miedo a las amenazas contra sus hijos o padres, ni tampoco es fácil soportar las crisis de pareja que derivan de haber elegido una profesión de alto riesgo como el periodismo, en el que sí aplica eso de necesitar tener la lengua larga y la cola corta.
Es claro que los criminales organizados y los políticos que ejercen el poder desde la ideología de la corrupción delictiva, operan con estrategias similares. Ellos han comprendido que deben atacar por cuatro flancos: intentar comprar voluntades y plumas, amenazar con retirar las onerosas cuotas de publicidad gubernamental que sostienen a tantos medios, ofrecer dádivas y amistades simuladas para acercar a periodistas a las mieles putrefactas del poder y, finalmente, orquestar golpes al interior de medios, conseguir despidos por presión política o por amenazas sutiles a cambio de beneficios empresariales que el gobierno controla de manera discrecional.

Por otro lado tenemos a los propietarios: empresarios dedicados principalmente a obtener dinero a través de uno o varios medios de comunicación que se convierten en cotos de poder importante. Esos propietarios una vez instalados en la credibilidad que el raiting les otorga, valoran a sus periodistas en la medida en que suman lectores, televidentes o radioescuchas, porque aunque la buena fama se la ganan las y los individuos, el medio, siendo su altavoz, se convierte en socio victorioso de ese prestigio. Es un ganar-ganar hasta que comienzan las batallas por el poder. Las y los periodistas, conductoras o reporteros que han hecho una carrera propia, de pronto se descubren maniatados por el propietario del medio, que condiciona su libertad, que decide si pueden o no tener Blog y redes sociales o investigar a todos los políticos por igual.

Tal es el caso de Carmen Aristegui y su equipo de reporteros y reporteras, ellas y ellos revivieron a MVS, le atrajeron seguidores, credibilidad, mejoraron sus ventas, rescataron a un medio para que se convirtiera en un ejemplo del servicio informativo a la sociedad amplia. Sólo entonces comenzó la batalla por el poder, por desacreditarla para controlarla, la exigencia de absoluta exclusividad, la estrategia de aislamiento bajo un modelo empresarial que considera a los periodistas su propiedad; obedientes empleados que deben responder a los intereses, a veces transparente y otra veces opacos, de la empresa. Sí, son una empresa, pero no fabrican autos, producen información socialmente útil, de allí que se deban a un código ético diferente porque están inherentemente ligados a los Derechos Humanos y a la libertad de pensamiento como ejes de la democracia ciudadana, protegida por leyes nacionales e internacionales.
Los medios de comunicación no deberían convertirse en cómplices del apartheid informativo que los gobiernos corruptos pretenden establecer para aislar a la sociedad y silenciar el disenso.
En este contexto la indignación por el despido de la gran periodista Carmen Aristegui y de los los reconocidos y respetables reporteros Daniel Lizárraga e Irving Huerta (quienes investigaron los casos La Casa Blanca, Tlatlaya, Ayotzinapa y la mansión de Videgaray), responde a la certeza de que hay una represalia por haberse metido con el presidente y su operador principal; lo cuál parece acertado, ya que Eduardo Sánchez ex consejero y abogado de Joaquín Vargas, propietario de MVS, asumió en estos días el cargo como Coordinador General de Comunicación Social de Presidencia de la República. Curiosamente Vargas  en este contexto descalificó a Carmen sin llamarla en privado y despidió a los reporteros quedándose con sus discos duros y toda la información de sus investigaciones; más tarde redactó un convenio a modo para forzar la renuncia de la propia Carmen, y finalmente la despidió. 
Nadie puede negar que la información y la comunicación se han convertido en fuerzas motoras de la reorganización política y social; ahora más que nunca el poder y la articulación económica dependen del acceso inmediato a información auténtica y diversa. Aun en países como México, con elevados niveles de impunidad, el buen periodismo de investigación pone sobre la mesa elementos para el debate, afecta las dinámicas financieras e incita a la reacción social en defensa de los derechos humanos, de la justicia y la paz; logra que millones de personas se sientan escuchadas y sus preocupaciones validadas.
Al periodismo no le corresponde incitar a la Revolución, pero sí le concierne mostrar los hechos para que la sociedad forme su opinión, incluso para que descubra si está siendo obligada a mirar un mundo monocromático que pretende legitimar un modelo económico y político dominante cuya misión es asegurar la sumisión social, el desánimo paralizante que causa el saber que no tenemos poder contra quienes manejan nuestros recursos, que deciden sobre nuestra seguridad, nuestra vida, nuestro futuro y ponen precio al agua que bebemos.


Los medios en México están en riesgo de facilitar un poder autocrático en el que un pequeño grupo domina el discurso público y descarta toda posibilidad de diversidad discursiva y de análisis, lo cuál impide a las y los ciudadanos tener acceso al poder para la toma de decisiones que la constitución y la democracia les confieren. Es decir, los medios de comunicación que se someten a las reglas del poder político corruptor, terminan por convertirse paradójicamente en censores, en patológicos reproductores de un discurso monolítico que narra solamente lo que conviene a un pequeño grupo de miembros de poderes fácticos cuyo interés no es servir a la sociedad, sino engañarla para seguirse nutriendo del poder. Esos medios traicionan a la sociedad que les otorga su confianza y gracias a la cuál cotizan mejor en la Bolsa de Valores.
El buen periodismo cuesta caro, en un mundo regido por el capitalismo, en que los servicios, la educación, alimentación y la salud no son gratuitos es injusto y ridículo exigir que las y los periodistas profesionales regalen su trabajo, su inteligencia y su tiempo.
Quienes celebran la libertad de los Blogs particulares no comprenden los gastos onerosos que implica mantener un medio independiente con reporteros profesionales, con diseñadoras, editoras y fotógrafos, que contrasta fuentes y paga investigaciones de largo aliento, que implican viajes y cientos de horas invertidas en cada tema.
El periodismo profesional en México es un trabajo de tiempo completo, una forma de vida, y en ocasiones, una misión democratizadora.
Minimizar el aniquilamiento de la libertad de prensa y de la autonomía económica para poder ejercer esta profesión, es hacerse cómplice de un Sistema que busca la opacidad para tener el control absoluto de la decadencia asimilada.


"Y cómo huir cuando no quedan islas para naufragar al país
donde los sabios se retiran del "agravio" de pensar; mentiras que ganan juicios tan sumarios que envilecen el cristal de los acuarios de los peces de ciudad que perdieron las agallas en un banco de morralla, en una playa sin mar..." Joaquín Sabina