4/8/10

MUJERES Y NIÑAS...





En el mundo de hoy se roba, compra y esclaviza a niñas y mujeres. Es así de espeluznantemente simple. Se hace con violencia, desde luego; violencia inimaginable. Violencia que a pesar de todo esto no es bien entendida por todos ni todas; especialmente, por los hombres que consumen lo que ofrecen quienes han robado, comprado y esclavizado a niñas y mujeres, y que por ese hecho se convierten en los cómplices de mafiosos de la más abyecta calaña. Violencia que nos degrada como personas y que nos hace difíciles acreedores a ese sustantivo tan abstracto: humanidad.

Pero eso no es todo lo que hay en el mundo. También hay mujeres y hombres que buscan y encuentran la paz y la luz. Incluso en los sitios más oscuros. Hombres y mujeres que hacen que vivir valga la pena. El libro de Lydia es un homenaje a estas personas, que combinan los papeles de héroe y hombre y mujer comunes.

Como en Turquía, donde Lydia conoció a Mahmut, policía de oficio. Este valeroso representante de la ley le contó a Lydia cómo en su país se miente sistemáticamente para poder pertenecer a la Unión Europea, donde el gobierno firma tratados y acepta diálogos para respetar los derechos humanos mientras que en realidad las mafias albanesas y rusas cooperan con las mafias locales para el transporte ilícito de mujeres que terminan en el negocio de la prostitución, protegido por el Estado turco.

O en Israel y Palestina, donde Rim Banna, una artista que vive en los territorios ocupados, se dedica a procurar la seguridad de mujeres y niñas. Rim le platicó a Lydia la fragilidad de las niñas palestinas, que son frecuentemente casadas a los diez u once años con hombres adultos, como lo testimonia una impactante fotografía en la que aparecen tristemente disfrazadas de novias, robadas de su infancia. Países donde la trata de personas se ha dado para obtener órganos trasplantables, a pesar de creerse que esto sólo ocurre en la ficción de papel barato.

Como en Japón, donde la mafia Yakuza sigue costumbres que parecen sacadas de una novela negra de extrema crueldad: cortarse el dedo meñique en señal de obediencia con los capos, así como violar ritual y tumultuariamente a mujeres secuestradas, dañándolas para siempre en lo físico, lo moral y lo emocional, lo que fue contado a Lydia por la superviviente llamada Rodha. Los Yakuzas se dedican al comercio sexual, tanto legal como ilegal. Y lo hacen con violencia extrema.

O en Camboya, Tailandia y Birmania, donde la guerra y su deshumanización han establecido el infierno en donde mujeres y niñas valen menos que los destartalados tuktuks, frágiles motocicletas convertidas en carritos de sitio, en que son transportadas para satisfacer a hombres turistas de todo el mundo, que buscan el inicuo placer de violar a una niña. Allí, Lydia conoció y conversó con Sue Hanna, valiente mujer que dirige un refugio para niñas víctimas de trata, y a Somaly Mam, quien por su heroísmo parece un personaje literario y no una mujer dedicada a abolir la esclavitud sexual femenina.

Y desde luego, como aquí en México lindo y querido, donde los table-dance y los prostíbulos de cuestionable postín esconden las historias de horror y valentía de mujeres secuestradas, adictas a la fuerza, incapaces de sacudirse las deudas y las amenazas de muerte con que los padrotes las tienen sojuzgadas para distraer, divertir y dar placer a los poderosos y a los influyentes, entre los que rutinariamente se encuentran los políticos y hombres de negocios más encumbrados de nuestro país.

Nosotros: los hombres, los clientes

De Esclavas del Poder no es posible salir intocado. Su lectura es luminosa y transformadora. Desde el fango de la esclavitud este libro hace señalamientos claros: hay esperanza.

Y la esperanza estriba en que los consumidores se den cuenta cabal de lo que hacen cuando consumen pornografía en la web o tabloides, también cada vez que visitan un prostíbulo o table-dance: propician la tristeza, la esclavitud y la violencia.

Después de leer, el lector entiende que quienes más defienden la legalización de la prostitución son las mafias, quienes así pueden aumentar sus ganancias con estrategias dirigidas a bajar los costos: con la esclavitud de mujeres y niñas, camuflada entre la prostitución legal, la que institucionaliza el acto de apropiarse de un cuerpo, lo que de otra manera no podría hacerse sin violencia. Y por supuesto, ya sea legal o ilegal, el lector entiende que quienes tienen la peor parte son siempre quienes buscan ganarse así el pan para alimentar a su familia: las prostitutas.

La lectura deja claro que cuando uno visita sitios pornográficos en la web o cuando uno va a estos lugares pisa no un sitio de diversión y esparcimiento sino un territorio de criminalidad organizada, compleja y global: el table-dance de Cancún puede estar regenteado por un ex militar argentino, buscado por delitos de lesa humanidad y protegido por autoridades mexicanas. Lenón perfectamente capaz de asesinar para lograr éxito en sus negocios.

La respuesta

La lectura de Esclavas del Poder nos deja un legado limpio y claro: a la oscuridad, luz; a la violencia, paz; a la esclavitud, libertad. A quienes practican la prostitución, respeto, así como opciones dignas y libres de violencia. A las niñas y niños víctimas de la trata, protección y amor, tanto como necesiten. Se los debemos.

Hagamos un esfuerzo enorme y escuchemos con atención a Yerena, niña de diez años víctima de la trata con fines sexuales. Es lo único que puede salvarnos: no más de lo mismo. No más violencia: duele hasta el alma y nos hace llorar.

Eduardo Suárez Díaz