29/4/15

MARE NÓSTRUM


Víctor Arrogante 
Rebelión

 No parece que importe mucho la tragedia humana, más bien su preocupación viene por la seguridad y evitar que los hambrientos del tercer mundo africano aborden las costas de «El Dorado». Muchas muertes, desprecio y demasiada incomprensión por parte de la civilización. La UE no quiere rescates y triplica los fondos de la operación Tritón, para la vigilancia y la protección de las fronteras, amenazando con utilizar más «fortaleza». La crisis de refugiados y migrantes en el Mediterráneo, según señala la ONU ha multiplicado por 50 el número de muertes, ante la inacción de los gobiernos europeos. Los muertos aumentan, la tragedia se hace irrespirable y los gobiernos europeos no abordan la crisis humanitaria. 

Tienen que reforzar las operaciones de búsqueda y salvamento en el Mediterráneo y el Egeo; han de abrir rutas seguras para evitar que las personas que huyen de conflictos y persecución se vean obligadas a realizar viajes peligrosos. Los países europeos tienen que dejar de cooperar con países que violan los derechos humanos y forzar que restrinjan los flujos migratorios hacia Europa. Algunos datos de la tragedia humanitaria: la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) estima que 1.727 inmigrantes han muerto este año en el Mediterráneo, treinta veces más que en el mismo periodo del año pasado. 219.000 inmigrantes cruzaron el Mediterráneo en 2014 según ACNUR y los Estados miembros de la UE, recibieron 626.000 solicitudes de asilo, de los que autorizaron solamente un cinco por ciento. Sólo en el año 2014 desembarcaron en Italia 170.100 inmigrantes. El 85% de todas las muertes de personas en tránsito migratorio que se produjeron en el mundo, ha quedado en la fosa común mediterránea. Amnistía Internacional ha hecho público un Plan de Acción, pidiendo a los gobiernos europeos que tomen medidas inmediatas y efectivas para poner fin a una catástrofe que está causando la muerte de miles de personas: «La vergüenza de Europa, a pique; omisión de socorro a refugiados y migrantes en el mar». El Plan detalla las dificultades y limitaciones de las operaciones actuales de búsqueda y salvamento en el Mediterráneo central y expone formas en las que puede resolverse. Pide el lanzamiento inmediato de una operación humanitaria para salvar vidas en el mar, dotada de buques adecuados, aviones y otros recursos, que patrulle donde haya vidas en peligro. Las decisiones de los líderes europeos, no han ido por ese camino. La cumbre del pasado 23 de abril, decidió poner en marcha una operación civil y militar con el objetivo de evitar que cayucos y pateras se acerquen a as costas europeas, basada en los «resultados positivos», parecidos a los de la operación Atalanta contra la piratería somalí. Las diez medidas inmediatas que prevén tomar desde la UE, «consolidan el endurecimiento de las políticas migratorias»: bloquear aún más las fronteras mediante dispositivos de control; reforzar la persecución en nombre del rescate; repartir la gestión de las fronteras entre los Estados de la UE; delegar el control y la responsabilidad de la migración a países donde la vida de los inmigrantes corre peligro (especialmente Libia o Marruecos) y establecer un programa de devolución rápida coordinado por Frontex. Las conclusiones del encuentro de emergencia han tenido una buena acogida por parte de los ministros de Interior; pero los acuerdos de la UE son un avance ínfimo, que significa una vuelta a atrás a noviembre de 2014, cuando terminó la Mare Nostrum. 

Los 28 dicen estar de acuerdo en repartir el número de refugiados, sin decir cuántos. Rajoy ha explicado que España tiene «disposición a aumentar la aportación» tanto en medios como en financiación, aunque ha reconocido que no se ha alcanzado un acuerdo concreto y hay que esperar al 13 de mayo. El juego ha sido decir que sí a todo, con cara compungida, sin hablar de números ni compromisos. Europa está mostrando negligencia ante la tragedia. La vida de los migrantes y refugiados, no es su política prioritaria. Lo prioritario es que no lleguen a las costas de Europa a cualquier precio. La decisión de poner fin a Mare Nostrum, ha contribuido a un dramático aumento de las muertes en el mar. Mare Nostrum no tuvo un «efecto llamada», como se dice. Desde que terminó la operación, el número de personas que intentan entrar en Europa por mar ha aumentado. En 2015 ya han tratado de llegar más refugiados y migrantes que nunca. El pasado 18 de abril, se ahogaron más de 800 personas, durante un intento de salvamento realizado por un barco mercante, que pese a la buena voluntad, no son los barcos adecuados par hacerse cargo de la crisis humanitaria. Otra reacción se habría dado, si los muertos hubieran sido turistas europeos o americanos. La UE evita lanzar una operación de rescate real para frenar las muertes en el Mediterráneo. El sector del transporte marítimo dice que, los salvamentos en gran escala a cargo de barcos mercantes conllevan muchos más riesgos, por lo que muestran la necesidad de una operación humanitaria profesional. Los jefes de Estado y de Gobierno de la UE quieren salvar el tipo, no salvar vidas. Acordaron «triplicar» los fondos destinados a las operaciones Tritón y Poseidón, para vigilar mejor el Mediterráneo. Su propuesta contó rápidamente con el agrado de Alemania y Francia, los menos afectados. Acordaron convocar una cumbre con la Unión Africana para reforzar la cooperación contra la inmigración ilegal, reforzar la cooperación política y combatir las mafias de tráfico de personas. No hay avances en los acuerdos de cooperación con terceros países como Sudán, Eritrea, Somalia, Etiopía, Libia, cuya situación interna provoca miles de desplazados. 


 Es correcta la lucha contra las mafias, controladas por personas sin escrúpulos, pero no es suficiente y no disminuye la tragedia humanitaria. En lo que va de año, un número sin precedentes de personas refugiadas y migrantes está tratando de llegar a Europa en embarcaciones abarrotadas y peligrosas. Cuando sus barcos vuelcan o tienen problemas en mar abierto, no siempre hay ayuda cerca. Europa se ha convertido en una fortaleza casi impenetrable y los refugiados tienen enormes dificultades para llegar sin riesgos y legalmente a un país de la UE. Huyen de la violencia, la persecución o el hambre. Pagar miles de dólares a un traficante, para atravesar el mar en un bote roto, es casi la única opción que les queda. No hacer lo suficiente para ayudar a esa gente es de canallas y no se puede defender con argumentos alejados de la solidaridad humana. Muchas familias con hijos pequeños, huyen de países arrasados por la guerra, como Siria, Afganistán, Sudán e Iraq. Otras muchas perseguidas por opiniones políticas, torturas y amenazadas de muerte. En 2014, las personas procedentes de Siria y Eritrea representaban casi la mitad de las 170.000 que llegaron a Italia en barco. Otros miles llegan del África Subsahariana huyendo de la penuria y la pobreza. Los gobiernos europeos se enfrentan a un dilema de vida o muerte. No hacer lo suficiente para ayudar es inhumano. Pedir asilo es un derecho humano, ofrecerlo una muestra de valor solidario y parte esencial de los acuerdos internacionales sobre refugiados, firmado por casi todos los gobiernos después de la II Guerra Mundial. Ahora los gobiernos ponen enormes dificultades en el ejercicio de ese derecho. La UE tiene que hacer todo para evitar tantas muertes. Tiene que lanzar una operación humanitaria de salvamento de personas en el mar, lo que significa mantener suficientes barcos, aviones, helicópteros y personal para rescatar a las personas que cruzan el Mediterráneo. Mientras se organiza la operación, Italia, Malta y España, al menos, deben contar con el suficiente apoyo económico y logístico para redoblar las labores de búsqueda y salvamento que se presenten. Europa ha reducido su capacidad de búsqueda y rescate, con el argumento fallido de que esas operaciones tienen un «efecto llamada» que atraía a más migrantes. Pero la realidad ha puesto de manifiesto la falsedad del argumento, ya que el número de personas desesperadas que intentan llegar a Europa no hace más que aumentar. La estrategia actual no funciona y se debe apoyar con todas las fuerzas y recursos una operación sólida y concertada en el Mediterráneo. No es suficiente triplicar la Operación Tritón, para la vigilancia de fronteras, lejos del lugar donde se producen las muertes. Es necesario adoptar soluciones duraderas para necesidades reales. Hay que enmendar los errores actuales. Las vidas son más importantes que los golpes de efecto de cara a galerías alejadas de los pueblos. 

Hay que cambiar los objetivos, aumentando la zona de operaciones y más barcos y aviones al servicio de las operaciones. Europa no puede centrarse en patrullar sus fronteras, ignorando a quienes se ahogan. Es un insulto a la humanidad y una afrenta a quienes no tienen más opción que emprender los peligrosos viajes hacia a prosperidad. En la lucha contra las migraciones, no cabe dejar morir a la gente que huye de su tragedia. Miles de migrantes y refugiados desesperados emprenden la travesía marítima más peligrosa del mundo, y miles mueren en el intento. La prioridad debe ser la protección, la búsqueda y el rescate. La cumbre extraordinaria de la UE del 23 de abril, ha dejado todo para dentro de tres semanas, noqueada por las últimas muertes entre Libia y Lampedusa. A declaraciones grandilocuentes escasos hechos. Salvar vidas en el Mediterráneo, debe ser una prioridad para los pueblos europeos decentes, alejados de racismos indecentes. Amnistía Internacional considera las medidas adoptadas «absolutamente inadecuadas» y cree que constituyen «una respuesta vergonzosa a la crisis del Mediterráneo», además de que no servirán para poner fin a la espiral de muertes en el mar. Tritón fue el dios mitológico de las profundidades marinas. Para evitar que esos fondos se nutran de más cuerpos humanos, hay que apostar por el «Nostrum Mare» solidario, mar nuestro por el bienestar y los derechos humanos. No son los miserables los que apestan. Por cierto, habrá que hacer algo para que deje de ser el más contaminado del Mundo. 

 @caval100 Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

"Si cuarenta mil niños sucumben diariamente
en el purgatorio del hambre y de la sed,
si la tortura de los pobres cuerpos
envilece una a una las almas,
y si el poder se ufana de sus cuarentenas
o si los pobres de solemnidad
son cada vez menos solemnes y más pobres,
ya es bastante grave
que un solo hombre
o una sola mujer
contemplen distraídos el horizonte neutro; pero en cambio es atroz
sencillamente atroz
si es la humanidad
la que se encoge de hombros".
Mario Benedetti


14/4/15

EL MÁS CRUEL DE LOS MESES

 Pobres, lo que se dice pobres, son los que no tienen tiempo para perder el tiempo.
 Pobres, lo que se dice pobres, son los que no tienen silencio, ni pueden comprarlo.
 Pobres, lo que se dice pobres, son los que tienen piernas que se han olvidado de caminar, como las alas de las gallinas se  han olvidado de volar.
 Pobres, lo que se dice pobres, son los que comen basura y pagan por ella como si fuese comida.
 Pobres, lo que se dice pobres, son los que tienen el derecho de respirar mierda, como si fuera aire, sin pagar nada por ella.  Pobres, lo que se dice pobres, son los que no tienen más libertad que la libertad de elegir entre uno y otro canal de  televisión.
 Pobres, lo que se dice pobres, son los que viven dramas pasionales con las máquinas.
 Pobres, lo que se dice pobres, son los que son siempre muchos y están siempre solos.
 Pobres, lo que se dice pobres, son los que no saben que son pobres.
Eduardo Galeano




Por Eric Nepomuceno

Cuánta razón tenía T.S. Eliot al decir que abril es el más cruel de los meses. En la mañana de un lunes de abril se fue Eduardo Galeano. Y, con él, 42 años de mi vida. Ayer mismo, alguien me preguntó cuál era la memoria más nítida que traigo de él. Y es que no hay una: hay centenares, hay miles. Podría, por ejemplo, mencionar la imagen de los dos últimos encuentros nuestros, en enero, en su casa de Montevideo. O recordar el primer encuentro, en un día incierto de marzo de 1973, en Buenos Aires. Y así, a lo largo de cada uno de los meses de cada uno de todos esos años, y en un sinfín de lugares, mundo adentro y mundo afuera, traigo conmigo una presencia permanente, indispensable, la presencia de Eduardo, inseparable de la memoria que tengo de mí mismo. El Eduardo que se fue es y será siempre una de las figuras más cruciales y decisivas de mi formación. Se fue mi hermano mayor, se fue aquél que me abrió las puertas de un mundo mucho más ancho y amplio de lo que yo jamás podría imaginar. He conocido, a lo largo de la vida, poca, poquísima gente con la entereza, la integridad, la honestidad de Eduardo. 



Y con su generosa solidaridad con los desposeídos, los relegados, los despreciados, los oprimidos. Era de un rigor y de una exigencia a toda prueba, con él y con los amigos más cercanos. Podía ser implacable. Y, al mismo tiempo, tenía una enorme capacidad de comprensión con los errores ajenos, principalmente los cometidos por quien jamás tuvo nada. Con el tiempo, Eduardo supo transformar los ímpetus jóvenes en una serena madurez. Cambió varios de sus puntos de vista para lograr ver más lejos y más amplio, sin traicionar ninguno de sus principios ni por un instante. Era de una sinceridad sin límites, uno de los raros hombres que supieron criticar de manera leal y permanecer fieles a sus creencias. Así fue, con los amigos más cercanos e íntimos, pero también con los procesos políticos que, alguna vez, correspondieron a su visión de la vida y del mundo. Hace décadas oí, de Darcy Ribeiro, una frase que ahora me vino, al pensar en Eduardo. Dijo Darcy que, en nuestra América, no tenemos más que dos caminos: ser resignados o ser indignados. Así ha sido mi hermano Eduardo: un indignado permanente frente a las injusticias, las humillaciones de un sistema basado en la desigualdad extrema, los desmandes que destruyen al planeta. Supo entender, y hace tiempo, que el mismo sistema de injusticia que aniquila futuros y esperanzas es el que destroza la vida en todas sus formas y dimensiones. Tenía manos pequeñas, como de un niño. Con esas manos quiso abrazar el mundo, con ellas quiso rescatar la memoria colectiva, acariciar la esperanza. Y lo hizo. Abril es, sí, el más cruel de los meses.



 Es el mes, como dijo Eliot, en que los árboles muertos ya no te cobijan y el canto de los grillos no consuela. En un abril, el del año pasado, se fue el Gabo. Y ahora se fue mi hermano mayor, el que me abrió las puertas de otro mundo, que era mío aunque yo no supiese, y me enseñó a apoderarme de ese mundo y dejarme ser apoderado por él.