25/1/11

REQUIEM POR UN CAMINANTE



DON SAMUEL, EL CAMINANTE
Por Bernardo Barranco

Don Samuel Ruiz muere a los 86 años. Deja huérfanos a millones de indígenas a quienes defendió con pasión social y fervor religioso. El Tatic, como lo llamaban, dio y arriesgó su vida no sólo por los indígenas mexicanos, sino centroamericanos sometidos a siglos de explotación, marginación y desprecio. Esta opción lo transformó en un personaje polémico e incómodo, especialmente para los acaudalados del poder secular y del poder religioso.

Samuel Ruiz, nace en Irapuato en 1924, en el corazón del Bajío marcado por el conservadurismo católico. Es notorio observar su travesía religiosa que va desde la fe cristera de su infancia, a la renovación modernista del Concilio Vaticano II, 1962-1965, donde participa ya como joven obispo con tan sólo 37 años; en su tercer tránsito asume la opción por los pobres, la teología de la liberación y la decidida defensa de los derechos humanos de los indígenas. Aquí forma parte de una generación dorada en la historia de la Iglesia de América Latina y comparte búsquedas de justicia social al lado de obispos míticos, como Hélder Cámara (Brasil), Juan Landázuri (Perú), Jesús Silva Enríquez (Chile) y Óscar Arnulfo Romero (El Salvador). Otro paso importante en su trayectoria pastoral fue haber explorado los temas de la teología india e iglesia autóctona que tanta irritación e incomodidad causó entre los sectores conservadores de la Iglesia.

A raíz del levantamiento armado en Chiapas, enero de 1994, numerosos medios de comunicación, personajes políticos, religiosos e intelectuales se apresuraron en señalar a Samuel Ruiz como principal causante de la insurrección. Así lo denuncia Carlos Fazio en su libro: Samuel Ruiz, el caminante (1994); sin embargo recordemos que el propio don Samuel, durante la vista del Papa a Mérida en agosto de 1993, advirtió la explosividad de la realidad chiapaneca; entregó a Juan Pablo II un informe que documentaba su preocupación, actitud que fue tachada de exhibicionismo pastoral. El historiador Jean Meyer en su libro Samuel Ruiz en San Cristóbal (2000), establece que si bien no se le puede adjudicar el alzamiento insurgente zapatista, tampoco éste se puede explicar sin su histórico paso al frente de la diócesis de San Cristóbal. El trabajo pastoral de la diócesis formó a cerca de 100 mil catequistas que indudablemente nutrieron las filas y la mística zapatista. Don Samuel insistía en que el trabajo no era el mérito de una sola persona, sino de un grupo amplio de religiosos y laicos; sin embargo, sin el aliento a las innovaciones y cambios que él consintió, nada se habría concretado. El hecho es que la diócesis de San Cristóbal de las Casas experimentó un notorio dinamismo gracias a tres factores básicos: a) la opción prioritaria de formación y crecimiento cuantitativo de catequistas, diáconos y agentes pastorales indígenas con un enfoque de inculturación y respeto absoluto a las culturas tradicionales, es decir, fue pionero en el enfoque multicultural; b) forja un gobierno diocesano abierto y participativo rebasando la rígida estructura autoritaria y medieval que prima hoy en la mayor parte de las diócesis; creó un estilo de conducción donde las opciones se construían en asambleas diocesanas con una amplia participación de los actores religiosos, y c) la diócesis de San Cristóbal fue refugio de una importante cantidad de sacerdotes, religiosos y laicos que por sus posturas sociales habían sido expulsados o marginados de otras diócesis. En todo caso, el arraigo, representatividad y fortaleza de la diócesis de San Cristóbal llevó Samuel Ruiz a ser un factor de concordia y de paz, como mediador entre el gobierno y el EZLN que evitó mayor polarización, así como el derramamiento de sangre. En 1994, el protagonismo, involuntario, alcanzado por don Samuel despertó los resquemores y suspicacias tanto del gobierno como de un sector conservador de la Iglesia. En ese año fatídico de 1994, cargado de magnicidios, intrigas sucesorias del salinismo y elecciones, Samuel Ruiz fue objeto de una intensa campaña mediática de desprestigio, cuyo epicentro se ubicaba en la sede de la nunciatura, habitada por el entonces nuncio Girolamo Prigione, enemigo jurado del obispo indigenista. “A Roma llega lo que a Roma va”, reza el adagio eclesiástico; efectivamente Prigione casi logra su remoción argumentando la presión y nerviosismo del gobierno salinista, paradójicamente la función política y secular de mediación que representaba don Samuel frena la ejecutoria vaticana que venía en su contra. Sin embargo, Prigione propició la famosa carta de un alto funcionario de la Santa Sede, Bernadin Gantin, quien cuestionó la tarea de don Samuel. El nuncio, apoyado por Marcial Maciel, tuvo eco en varios de sus protegidos quienes públicamente pusieron en entredicho la labor de Samuel Ruiz, sin embargo, hubo otros sectores de la CEM, como Ernesto Corripio, Sergio Obeso y Bartolomé Carrasco, que lo apoyaron.

17/1/11

NO +



Este miércoles 12 de enero de 2011 durante el evento “Diálogos por la Seguridad”, se dio a conocer un informe sobre homicidios relacionados con la “Guerra contra el narco” de 2006 a 2010.

De acuerdo con el informe, del año 2006 a 2010 han muerto 34 mil 612 personas, es decir, ¡más de 23 muertos al día en los últimos cuatro años! La enorme cifra incluye a jóvenes y niños que han sido asesinados en medio del fuego cruzado o bien en manos de militares en los retenes, cuyas familias aun no han encontrado justicia.

Según el informe del "Barómetro de Conflictos" que elabora el Instituto Internacional de Investigación de Conflictos de la Universidad de Heidelberg de Alemania, México se ubica como el sexto país más violento del planeta, comparado solo con países sumergidos en conflictos armados tales como: Afganistán, Irak, Paquistán, Somalia y Sudán. Así, el conflicto armado que mantiene EUA contra Afganistán y Paquistán, sumó en 2010 la cifra de 6 mil 800 muertos, mientras que en el mismo año, México registró la cifra histórica de 15,273 muertos, lo cual equivale a dos muertes cada hora ó un deceso cada 30 minutos.

Con ello, 2010 fue el año más violento en la historia de México desde la revolución mexicana. El propio Felipe Calderón, reconoció que 2010 fue "un año de extrema violencia" (Felipe Calderón dixit), no obstante, en el mismo evento declaró que su guerra continuará por el mismo rumbo, ignorando la voz del grueso de la población que reclama: ¡BASTA DE SANGRE!

La guerra de Calderón es cruel e ineficiente, a cuatro años de su implementación el número de muertes se ha multiplicado por más de 6 veces, pero no se han visto resultados. En palabras de Eduardo Gallo, presidente de México Unido contra la Delincuencia: “la estrategia es fallida porque carece de objetivos, metas y parámetros de evaluación que permitan medir sus resultados y hacerle las adecuaciones del caso; las acciones de enfrentar a los cárteles con poder de fuego generan más violencia en lugar de reducirla con otras tácticas; los niveles de corrupción (en los organismos oficiales y de justicia) son brutales; los derechos humanos —de millones de mexicanos— a la vida, a la seguridad y a la integridad han sido pisoteados por la violencia”.

Sin duda, aun queda mucho que comentar acerca de esta absurda guerra, que fue concebida para dotar de legitimidad al ocupante de los pinos y que hoy nos está bañando en sangre, sin embargo, quisiera cerrar estas líneas retomando la iniciativa ciudadana impulsada por Julio Scherer García y Eduardo del Río (Rius), la cual consiste en promover la difusión de este mensaje en las ventanas y puertas de nuestros hogares, vehículos, redes sociales, etc: “ NO MÁS sangre ”.
(MGP)