9/6/12

¿REPÚBLICA DEL MIEDO?


 
Por Marcos Roitmann

  La contienda electoral en México ha alcanzado un punto de inflexión. La publicación de una encuesta en el periódico Reforma que coloca a López Obrador en empate técnico con Peña Nieto al frente de las intenciones de voto marca el inicio de una nueva etapa en la contienda electoral. Desafortunadamente, existen ya indicaciones de que a partir de ahora algunos actores políticos recurrirán una vez más a las ‘campañas de miedo’ – una estrategia que se aleja del debate racional y en su lugar busca valerse de los prejuicios y la desinformación. De esta manera, se busca crear escenarios fatalistas que se asocian al posible triunfo de un candidato u otro. Según la experiencia histórica, esto ha sucedido cuando se vuelve evidente que un candidato cuyas políticas contrastan notoriamente con el modelo tradicional establecido tiene posibilidades reales de ganar. Los campañas de miedo y desprestigio gestadas desde los sectores más conservadores del partido republicano en EE.UU. son citados comúnmente como el ejemplo de referencia. En Latinoamérica, la “campaña del terror” de la derecha chilena en contra de Ricardo Lagos en su camino a la presidencia representa otro caso representativo. En México, el PAN, apoyado por grupos empresariales, promovió en 2006 una campaña de miedo contra López Obrador sin antecedentes en la historia moderna del país. Sin embargo, es el caso de Brasil el que en estos momentos parece ser el más simbólico para México. Lula da Silva, el candidato de la izquierda, enfrentó una campaña de miedo en su contra durante la contienda presidencial de 2002. Los ataques orquestados desde la derecha para apoyar al candidato José Serra se intensificaron a partir de la victoria de Lula en la primera vuelta electoral – un punto de inflexión después del cual se volvió evidente que Lula se perfilaba a convertirse en el próximo presidente de Brasil. Un ejemplo que se convertiría en un símbolo de esta renovada campaña de miedo fue un spot de la famosa actriz Regina Duarte, en el que aparecía explicando que temía por el futuro de Brasil si Lula llegaba a la presidencia: “Tengo miedo de perder toda la estabilidad que hemos logrado. El otro tipo, Lula, pensé que lo conocía, pero todo lo que dijo en el pasado ha cambiado. Esto me da miedo”. La campaña de Serra se lanzó a la ofensiva con una serie de anuncios publicitarios y discursos con la clara intención de incitar el miedo entre el electorado. Serra comparó a Lula con el piloto de un avión en picada que tiene que pedirle a los pasajeros que lo salven; acusó que las políticas de Lula no podían funcionar en el mundo real; que la inflación e inestabilidad económica regresarían; que Brasil se convertiría en un nuevo Argentina; que su partido, el Partido del Trabajo, era un partido de radicales y revoltosos; que era un “populista”. Inclusive, una súbita caída en la bolsa de valores brasileña fue atribuida a la preocupación de inversores por el posible triunfo de un candidato de izquierda. Lula respondió con una “Carta al Pueblo Brasileño”, en la que se comprometió a cumplir con los contratos adquiridos por el gobierno, pagar las deudas del país, aceptar los requerimientos del Fondo Monetario Internacional (FMI) y, en general, a regirse por las reglas del mercado. (A la postre, algunos analistas considerarían que ésta fue una acción crucial en la trayectoria política de Lula). Recientemente en México, las mismas tácticas, acusaciones e incluso los mismos adjetivos se comienzan a utilizar en las críticas contra López Obrador como respuesta a su ascenso en las encuestas. En una columna publicada por Grupo Reforma y reproducida por otros medios, a López Obrador se le acusa de “enemigo acérrimo del sector privado y la antítesis de la libertad económica de los particulares”, de utilizar una “retórica paranoica y populista”, y de tener un “peligroso parecido con los gobiernos nefastos de Venezuela y Argentina”. Incluso se llega a hacer la inexplicable acusación de que Obrador pretende perpetuarse en el poder modificando la constitución a la Chavez. De la misma forma, una caída registrada recientemente en el valor del peso mexicano se ha asociado al repunte de López Obrador, y sus oponentes han promovido la idea de que su llegada a la presidencia se traduciría en inestabilidad financiera. Esto a pesar de que Agustín Carstens, el gobernador del Banco de México (Banxico) y Luis Téllez, presidente de la Bolsa Mexicana de Valores (BMV), han apuntado que los factores externos han sido – y continuarán siendo – los principales determinantes de este tipo de fluctuaciones en el valor del peso. Los parecidos con la campaña de miedo en Brasil son tan burdos como reveladores. En Brasil, como siempre, la historia se encargaría de poner las campañas de miedo en perspectiva. Lula ganaría las elecciones de 2002 y se convertiría en el primer presidente de izquierda de Brasil. Durante sus ocho años de mandato, estableció un régimen de estabilidad fiscal, presidió el período de mayor crecimiento económico en tres décadas – con lo que 20 millones de brasileños salieron de la pobreza – y logró poner a Brasil en un lugar privilegiado en la escena política internacional. Su manejo fiscal e incentivos a la inversión privada fueron bien recibidos por los empresarios y los sectores ricos, mientras que sus programas sociales lo hicieron popular en las regiones pobres. Lula terminó su mandato disfrutando índices de aprobación históricos (75-80%, 85% en el noreste del país). En 2010, fue nombrado por la revista Time como la persona más influyente del mundo. En el caso de México, el mismo gobierno estadounidense ha reconocido – como se describe en un reporte preparado para los miembros del Congreso de EE.UU. – que López Obrador es el que tiene las propuestas más contrastantes con el modelo tradicional, pero que su elección no afectaría la relación bilateral México-EE.UU. más que la de cualquier otro candidato. Desafortunadamente, parece ser que algunos políticos apuestan una vez más a una estrategia que pretende la implantación del miedo en lugar de la razón. Pero si algo demuestran los recientes movimientos estudiantiles en México es la creciente capacidad crítica de la opinión pública en el país, que ya no corresponde al régimen político imperante y que hacen que intentos de manipulación del electorado puedan resultar contraproducentes. Brasil demostró que, como el slogan de campaña de Lula sostenía, “la esperanza vencerá al miedo”. Es el turno de México de hacer lo propio.

No hay comentarios: