Cuando se menciona a Paul McCartney uno no puede olvidar su estancia en uno de los grupos emblemáticos del rock mundial: The Beatles. Junto al resto del cuarteto de Liverpool, él es culpable de que el rock haya tomado nuevos caminos, a través de un sonido atemporal e infinito.
Y hablar de McCartney es caer en lugares comunes y transitar por los mismos adjetivos que sus biógrafos y críticos navegan sin cesar. Estamos, nuevamente, ante uno de esos personajes que sabe darle las últimas pinceladas al cuadro generacional que le corresponde, para así explicar el ánimo de toda una generación. El bajista melódico, de dedos mágicos y expresivos. El de la eterna lucha con John –no olvidemos sus hallazgos dorados luego de competir abiertamente con el mejor Lennon, con la idea de ganarse la dirección estética de la banda—. McCartney y su historia solista, su vida al lado de Linda y The Wings; McCartney y sus filias, sus divorcios millonarios, sus esposas caras e imposibles; sus discos irregulares, sus canciones imprescindibles. El músico y sus últimos CD’S, pequeños compendios que le regresan con justicia su dimensión de gran compositor y superestrella de rock.
Paul y el recuerdo de su visita anterior a nuestro país. McCartney su maratónica gira apoyado por una banda de ensueño que hace sonar con una consistencia y fidelidad de miedo el catálogo de este caballero de la reina. McCartney y muy poco que agregar, muy poco que decir y esperar, pues esta nueva visita a la ciudad de México nos da la seguridad de enfrentar a un compositor y artista definitivo, que compuso con elegancia el soundtrack de la mayoría de las cosas que nos rodean.
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