18/6/10

RÉQUIEM POR UN CULTIVADOR DE SUEÑOS Y DE IMAGINACIÓN




Cuanto más viejo, más libre, cuanto más libre, más radical

Por José Zepeda (Radio Nederland)



Para los holandeses de la zona central del país Vlissingen está en el fin del mundo. Dos horas y media de viaje en una nación tan pequeña es mucho tiempo. Sin embargo, vale la pena llegar a cualquier parte cuando se tiene algo interesante que escuchar, y Saramago siempre tiene algo que decir. El autor de, entre otros, El año de la muerte de Ricardo Reis, Manual de pintura y caligrafía, Memorial del convento, El evangelio según Jesucristo, Ensayo sobre la ceguera, Todos los nombres, y La caverna, no alcanzó los 88 años, pero se mantuvo activo casi hasta el final.. Su aguda lucidez, su escepticismo irónico, su compromiso político, que a tantos disgustaba, su creación literaria ininterrumpida hicieron de este octogenario un hombre vital. Es precisamente esa fuerza la causante de no pocas intranquilidades. Saramago era solicitado desde todos los rincones del planeta, y para actividades no siempre relacionadas con sus intereses. Por ejemplo, que lo llamaran para hablar en un congreso sobre la muerte, o en un evento sobre la pesca, hace temer que ya no importaba lo que decía, sino que los organizadores pudieran vanagloriarse después: “Saramago estuvo con nosotros”.

Un amigo chileno, que fue ministro numerosas veces en la etapa de la transición democrática, decía que aquello era: “honrar con su presencia”. Se dirá, es el precio de la fama. En alguna medida es cierto, en otra también es verdadero que existe hambre insaciable de contar con los famosos. En la globalización de las incertidumbres tenemos la esperanza de que los elegidos por los dioses llenen algunas soledades con sus historias.

El lusitano ha sido la porfía personificada. Jamás se resignó a aceptar el mundo tal como es. No fue un conformista el autor de El evangelio según Jesucristo, el autor de Caín. Su reino es de este mundo.

Honrar a un autor de su talla significa leer sus libros para referirse a las constantes de su creación. Eso hemos intentado en esta conversación que tiene mucho de lección de vida. Ojalá usted crea lo mismo.

José Saramago, premio Nobel de literatura 1998, ha muerto a la edad de 87 años en Tías, Lanzarote, una tierra con vista al mar que lo acogió como uno de los suyos.

Si alguien tuviera la absurda pretensión de escoger un par de palabras de Saramago, algunas que lo identificaran de cuerpo completo, me atrevería a señalar estas: “frente a la injusticia hay que perder la paciencia.

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