18/9/11

PERFIL DE UN GRAN ACTIVISTA DE LOS DERECHOS HUMANOS


Un mes y dos días después de hoy, es decir el 20 de octubre próximo, Stéphane Fréderic Hessel estará festejando –y con él muchísima gente alrededor del mundo entero– su cumpleaños número noventa y cuatro. Casi un siglo de vida dedicada prácticamente toda ella, en palabras del propio Hessel, a situarse “siempre del lado de los disidentes”.

Nacido en Berlín y llevado a vivir a Francia siendo un niño de siete años, el menor de los dos hijos de Franz Hessel y Helen Hund –judíos, él traductor, ella melómana, ambos escritores– adoptó la nacionalidad francesa a los veinte. Dos años después ingresó a la Escuela Normal Superior, pero la segunda guerra mundial interrumpió sus estudios. Otros dos años más tarde formó parte de la Francia Libre liderada por Charles de Gaulle, que desde Londres luchaba contra la pérdida de soberanía francesa.

Hessel tenía veinticinco años de edad cuando, en su calidad de agente de contraespionaje, se interna en territorio francés a la sazón ocupado por las fuerzas nacionalsocialistas alemanas. Capturado y torturado por la Gestapo, es enviado al campo de concentración y exterminio de Buchenwald, donde gracias a una artimaña evita ser ahorcado. Se le traslada a Rottleberode, escapa, nuevamente es capturado y una vez más vuelve a escapar.

Finalizada la guerra, a los veintinueve años inicia su larga y muy fructífera trayectoria como diplomático de carrera, en la cual destaca, al principio, su carácter de secretario de Gabinete de Henri Laugier –en aquel tiempo secretario adjunto de la onu, así como secretario de la Comisión de Derechos Humanos–, y más adelante su papel de embajador francés ante la propia ONU.

Sumaba tres décadas y un año de vida cuando fue uno de los redactores cruciales de la vigente Declaración de los Derechos Humanos que, como se sabe, fue adoptada por las Naciones Unidas hace sesenta y tres años, en 1948.

A sus casi sesenta años, es decir a una edad en la que muchos otros que han hecho mucho menos se asumen próximos al retiro o se manifiestan proclives a la morigeración, Hessel milita activamente a favor de la independencia de Argelia. Con casi ocho décadas de vida, y en respuesta a la “imprudencia de los franceses” que llevaron al derechista Jacques Chirac a la presidencia, decide afiliarse al Partido Socialista y, desde ahí, seguir luchando a favor de causas tanto políticas como socioeconómicas y ecologistas.

Hace dos años y medio, en compañía de otros dos históricos indignados permanentes como son Daniel Cohn-Bendit y José Bové, apoyó al partido Ecología Europa para que en el Parlamento Europeo hubiese una representación de “izquierda impertinente” que ofreciera contrapeso tanto a la izquierda moderada como a la derecha más recalcitrante.

Sobre todo desde 2008 y hasta el momento actual, el incansable Stéphane ha dedicado sus energías a la denuncia de las atrocidades que se cometen, un día sí y otro también, en Gaza y Cisjordania, es decir en la Palestina ocupada por Israel.

Hessel y los indignados

El texto que ocupa las principales páginas de esta edición de La Jornada Semanal es nada menos que una de las fuentes de inspiración más importantes para movimientos de protesta masiva como el español conocido como 15M o de los indignados –mismo que se abordó aquí mismo el pasado domingo 14 de agosto. Publicado originalmente en francés en diciembre de 2010, traducido al español y editado en febrero de este año con el título de ¡Indígnense!, es uno de los frutos más generosos, y también de los más enriquecedores, que este vitalísimo nonagenario indignado nos entrega a las generaciones predecesoras, desde la plena conciencia de que el totalitarismo no ha fenecido sino que, una y otra vez, resurge en nuevas y sofisticadas transformaciones, hoy bajo disfraces de falsa unidad y mendaz “igualdad de oportunidades”, como la que implican conceptos como el de “globalización” –el cual, dijo alguna vez Henry Kissinger, es “sólo un modo novedoso de nombrar a la hegemonía estadunidense”.

Tiene razón Hessel cuando afirma que “la primera década del siglo XXI ha sido un período de retroceso”, sobre todo visto desde una perspectiva como ésa de la cual puede gozar un testigo y protagonista lo mismo de lo mejor que de lo peor de todo un siglo. Tiene razón, también, cuando hace un llamado directo a todos aquellos que se encuentren en la capacidad, pero sobre todo en la necesidad y aun en la obligación, de revertir dicho retroceso, evidente y cada vez más grave, tanto en las conquistas duramente alcanzadas en el orden de los derechos humanos fundamentales, como en otras indispensables para la dignidad social, verbigracia las que componen el concepto hoy tan desairado como el de Estado de bienestar.

Es de desear que la extensa entrevista que Gilles Vanderpooten le hiciera a Hessel hace medio año, publicada bajo el título original ¡Engagez-vous! –“¡Comprométanse!–, pronto esté disponible también en español. Pero, sobre todo, es de desear que dicha disponibilidad pueda fructificar, como lo hizo ¡Indígnense!, bajo la forma del más saludable revulsivo social, que contribuya a la constitución de generaciones menos resignadas, menos orientadas al consumo por el consumo mismo, y menos apáticas ante la descomposición del espíritu humanista que caracteriza al momento presente.

20/8/11

LUCHA ANTIDROGAS VS SOCIEDAD CIVIL







La lucha antidrogas se enfoca contra grupos sociales


Revista Guernica

La raíz del problema de las drogas está en Estados Unidos, no en México, y las estrategias de ambos países no pueden resolver el problema, afirmó Noam Chomsky.
En entrevista con la revista cibernética estadunidense Guernica, afirmó: El problema de las drogas está en Estados Unidos, no en México. Es un problema de demanda y tiene que ser abordado aquí, pero no se hace así. Se ha demostrado una y otra vez que la prevención y el tratamiento son mucho más efectivos en costos que la acción policiaca, operaciones fuera del país, control fronterizo y más. Pero el dinero va en otra dirección y nunca tiene impacto. Cuando los líderes aplican durante décadas políticas que no tienen consecuencias para el objetivo declarado y son muy costosas, uno debe preguntarse si están diciendo la verdad y si esas políticas son para otro objetivo, porque no reducen el uso de drogas.

Chomsky se preguntó por qué se aplican estas políticas inefectivas y costosas a pesar de que se sabe que hay otras más eficaces y baratas. “Sólo hay dos respuestas posibles: o todos los líderes están colectivamente locos, lo cual podemos descartar, o simplemente persiguen otros objetivos. En el extranjero es una campaña de contrainsurgencia; en casa, una forma de deshacerse de una población superflua –hay una correlación muy cercana de raza y clase–, no perfecta, pero casi: de hecho se está echando a los hombres negros a un lado. En Colombia lo llamarían limpieza social. Aquí simplemente los ponen en las cárceles.”

Afirmó que el incremento masivo de encarcelamientos, sobre todo de afroestadunidenses, y también de latinos, se debe a la llamada guerra contra las drogas en Estados Unidos, pero tiene raíces en una larga historia de control y esclavización, tanto formal como mediante el sistema penal contra la población negra.

Subrayó que las consecuencias de estas políticas son significativas para los centros del poder: emprender operaciones contrainsurgentes en Colombia y otras partes, y una limpieza social aquí, en la forma tradicional estadunidense. Todo esto está al descubierto.

Los líderes saben cómo proceder

Chomsky consideró que otra parte del problema es el armamento. “¿Dónde consiguen sus armas los cárteles de la droga? Son entregadas por Estados Unidos. Si cortara el flujo de armas no acabaría con la violencia, pero tendría gran efecto. Si los cárteles en México desean rifles de asalto, los obtienen en Arizona.”

Interrogado sobre las opciones que tiene el gobierno de México para enfrentar la violencia y si sería justificable suspender garantías hasta restablecer el orden en zonas como Ciudad Juárez, Chomsky respondió: “Uno primero debe preguntar qué es lo que el gobierno de México intenta hacer, y eso es un poco opaco. Parece que en cierto grado apoya a uno de los cárteles contra los otros. Si eso es lo que intenta hacer, no hay ninguna justificación.

Pero si desea detener el negocio de las drogas, considero que sabe cómo proceder y no es con la acción militar: se debe ir al corazón del asunto. Parte de la respuesta se dio en la declaración de los tres ex presidentes (Ernesto) Zedillo, (Fernando Henrique) Cardoso y (César) Gaviria: hace unos años presentaron un informe en el que plantearon que la criminalización de las drogas sólo incrementaba el problema y que algunas deberían ser legalizadas, como el alcohol, y reguladas. Eso es parte del asunto, pero la parte de fondo esta aquí, en Estados Unidos.

En la entrevista, Chomsky dijo que se reunió con reporteros y editores de La Jornada este año y el anterior, con quienes trató, entre otros temas, el peligro que corren los periodistas que intentan cubrir el tema del narcotráfico y la inevitable autocensura. Explicó que le hablaron de informes que abordaban el problema e incluso de la gran cantidad de negocios en México vinculados de alguna forma con el narco, y que cuando uno empieza a publicar cosas como ésas y a investigarlas, está amenazando los centros del poder en la sociedad mexicana, que no desean quedar expuestos. Si pueden usar sicarios para detenerlo, lo harán.

Agregó que se enteró de que hay zonas de cultivo en el norte de México protegidas por criminales y por fuerzas de seguridad, y que zonas que antes se dedicaban a la agricultura ya son parte del negocio ilícito. Señaló que un reportaje de La Jornada reveló que unos economistas de la Universidad Nacional Autónoma ded México (UNAM) calculan que los ingresos reales de los trabajadores se desplomaron de manera espectacular durante el gobierno de Felipe Calderón como resultado de las políticas económicas. Por esto, afirmó, México tiene alternativas limitadas en el problema del narco, “ya que el Don de la mafia está aquí, al otro lado”.

Dijo que el problema está vinculado con una serie de políticas en ambos países, y que en Estados Unidos, en los últimos 30 años, la promoción del sector financiero en la economía y la destrucción del sistema productivo han llevado a que los ingresos reales se hayan estancado para la mayoría de la población: ha tenido los mismos efectos que el neoliberalismo en México; menos agudos, pero similares.

Esto lleva a confirmar, igual que con las políticas antinarcóticos, que los gobiernos no están para servir a sus ciudadanos; trabajan para sus bases principales que son, sobre todo, integrantes del sector financiero.

Libre mercado y libre trabajo

Cuando le preguntaron si se opone a que un país soberano, como Estados Unidos, adopte medidas razonables para detener y deportar indocumentados, Chomsky respondió: Es una pregunta interesante en Estados Unidos, donde todos son inmigrantes ilegales; todos, menos los que viven en las reservas indígenas. Indicó que todo depende de qué se está hablando. “Si uno se dice campeón del ‘libre mercado’ debe estar a favor del movimiento libre del trabajo; no se puede tener libre mercado sin eso, según indica Adam Smith.”

Deterioro educativo

Acerca del deterioro de la educación en ambos países, Chomsky señaló que México tiene la UNAM, “una universidad de muy alta calidad… es difícil el ingreso, pero es gratuita. Y en Estados Unidos, si se consideran los principales sistemas de educación pública, uno tiene que ser rico o poder asumir una gran deuda para acudir a la universidad. Es cierto que hay muchos defectos en el sistema educativo mexicano, pero en algunas cosas es mejor que aquí. Debería haber oportunidades de educación decentes para todos.

Afirmó que es responsabilidad social garantizar educación obligatoria para todos, y condenó los intentos de privatizar los sistemas públicos y los intereses empresariales que pretenden lucrarse con la educación.

Recordó que el año pasado viajó de México a California y el contraste fue claro: México, país relativamente pobre, mantiene un sistema de educación superior de alta calidad y gratuito, aunque no para todos, pero sustancial. California, uno de los estados más ricos del planeta, está destruyendo las mejores universidades públicas del país, y posiblemente privatizando algunas, como Berkeley y la Universidad de California en Los Ángeles.