13/5/10

¡¡FELICIDADES MAESTROS!!


Ser maestro
Por Carlos Schulmaister


Maestro en todos los sentidos de la palabra, Julio Cortázar escribió a fines de 1939, en la Revista Argentina, un artículo dedicado a quienes egresarían como maestros. Ahí y entonces, uno se diplomaba generalmente a los 17 o 18 años de edad y en cuatro más se recibía de profesor normalista.

Esos años de estudio –advertía– no alcanzan a reflejar todos los aspectos de la realidad y al final los egresados comprobarán la diferencia entre ser estudiante y ser profesor. Los maestros, tienen una misión que cumplir –una meta– y una conducta que mantener, lo que les implica poseer los medios para transmitir una civilización y una cultura y, simultáneamente, poder construir en el niño y con el niño, en su espíritu y su inteligencia, un estado activo que recree lo externo, que le permita estimular lo que su alma encierra en belleza y en bien, para proyectarlo a su realización.

Doble tarea la del maestro así concebido: instruir la inteligencia con los datos externos de la cultura y buscar en lo profundo de su alma el ansia vital del ser humano, su espíritu, con la singularidad con la que se gesta en cada ser por medio de sus dos elementos esenciales: la ética y la estética, las nociones del bien y de la belleza.

No podía concebirlo de otra forma, tratándose de un genio artístico. Pero tampoco debería estar lejos de nuestras modernas concepciones acerca de ser maestro hoy, en un país pobre, en un mundo convulsionado y polarizado en el que cada vez más millones de niños nunca aprenderán que la vida no es darlo todo por comida.

Reconociendo que no es fácil ser maestro, para el Cortázar de esa época un número desoladoramente grande de maestros fracasa calladamente, sin que el mecanismo de la enseñanza se entere de su derrota, sin saberlo él mismo porque nunca ha tenido el concepto de su misión; fracasa convirtiéndose en un maestro correcto, un mecanismo de relojería, limpio y brillante, pero sometido a la servil condición de toda máquina. Y con una claridad reveladora atribuye el fracaso de tantos maestros (¡en 1939!) a la carencia de una verdadera cultura que supere el enciclopedismo; la falta de una cultura enraizada en la esencia humana.

Y por tanto es evidente que cuatro años de estudios no bastan para hacer del maestro un hombre culto; por eso, el que obteniendo su diploma se dispone a cumplir su tarea sin más esfuerzo, ya está destinado al fracaso.

Luego nos comunica su secreto para crearse una cultura: El maestro debe llegar a la cultura mediante un largo estudio –de lo exterior y de sí mismo–, con las actitudes de Sócrates y Aristóteles. De éste la visión de la realidad a través de sus múltiples ángulos; del otro, la visión de la realidad a través del cultivo de la propia personalidad. Y ambas cosas no se logran por separado. Nadie se conoce a sí mismo sin haber bebido la ciencia ajena y nadie conoce el alma de los semejantes sin asistir primero al deslumbramiento de descubrirse a sí mismo. La cultura resulta así una actitud que nace imperceptiblemente; no es saber muchas cosas y nada más, no es una cosa, sino una visión. Se es culto cuando el mundo se nos ofrece con la máxima amplitud; cuando los problemas menudos dejan de tener consistencia; cuando se descubre que lo cotidiano es lo falso y que sólo en lo más puro, lo más bello, lo más bueno, reside la esencia que el hombre busca.

Por eso recalca que al salir de la Escuela Normal el estudio apenas comienza, queda lo más difícil y el profesor está solo, librado a la propia conducta. Sus triunfos vendrán de una voluntad que no reconoce términos, que no sabe de plazos fijos para el estudio, de lo contrario, el debilitamiento de los resortes morales y el olvido de lo que de sagrado tiene el ser maestro le cosechará fracasos.

Pero Cortázar se dirige a los que sí han descubierto su misión y van dejando todo lo perecedero a lo largo del camino, manteniendo la mirada fija en un horizonte que conquistar con el trabajo, el sacrificio o con la muerte.
¡Qué es esa metáfora sino la utopía! ¡No hay maestro sin utopía!, nos quiso decir Cortázar en 1939.


Para saber más:
Río Negro on line. 19 de abril de 2007. http://www.rionegro.com.ar/diario/2007/04/19/index.php
Carlos Schulmaister es profesor de historia y periodista argentino.

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